Los jóvenes sin ‘amama’ llevan ahora su ropa a las costureras de Bilbao

  • Ya no hay nadie en casa para hacer arreglos, y las costurerías ganan clientela.
  • «Me traen vaqueros hechos trizas».
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Ana Sagarduy arregla un vestido en la costurería.
Ana Sagarduy arregla un vestido en la costurería.
U. E.
Ana Sagarduy arregla un vestido en la costurería.

Las abuelas crean la vida, y por eso se las ama. Después, cuando los nietos crecen, sus manos siguen teniendo poderes sobrenaturales. Entonces, con aguja e hilo, logran estirar piernas, alzar bustos o vigorizar espaldas.

Ellas se encargan de los arreglos de ropa en casa. Pero hoy día, para el ciudadano medio, cada vez es más complicado contar con una amama que le resuelva tales menesteres. Ana Sagarduy lo sigue haciendo en una de las pocas costurerías de Bilbao. A sus 75 años lleva 20 años como copropietaria de la costurería Telas en Alameda Rekalde.

Mantiene a su clientela de siempre, la del barrio, aunque en los últimos años ve acercarse al mostrador a un nuevo cliente. «Vienen y me dicen: “No sé ni coger una aguja”». Se refiere Ana a jóvenes sin amama costurera. Chicos y chicas con una pulsión casi arqueológica por los vaqueros rotos. «Me traen pantalones hechos trizas, que ni les queda un trozo sin petache», ilustra.

La moda ha convertido a los vaqueros en vino, que con los años se hacen más buenos. Y muchos acuden a Telas para remendar sus perneras o sumar parches. Eso no se encuentra en las tiendas. Junto a estos arreglos, la costurería prepara trajes de fiesta o ajusta prendas anticuadas.

«Con la edad, o te amojamas o te jamonas», bromea. Parte de su clientela son personas mayores que necesitan arreglos. Las tarifas van de 5 euros por coger un bajo hasta 50 euros por preparar un vestido de noche.

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