Benedicto XVI ha condenado en Belén el muro de separación construido por Israel en Cisjordania y dijo que en un mundo en el que las fronteras son siempre más abiertas "es trágico ver que todavía se levantan muros".

El Papa hizo esta condena en el campo de refugiados palestinos de Aida, a dos kilómetros de la ciudad cisjordana de Belén, en el que viven unas 5.000 personas y que se encuentra a apenas 15 metros del muro de seguridad levantado por Israel y considerado ilegal por la comunidad internacional.

Unas horas antes, el Papa dio un nuevo espaldarazo en Belén a las aspiraciones palestinas al afirmar rotundamente que la Santa Sede "apoya" el derecho de los palestinos a un tener un Estado soberano.

Nada más llegar a la tierra donde nació Jesús, el Papa ha asegurado al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás: "la Santa Sede apoya el derecho de su pueblo a una patria soberana palestina en la tierra de sus antepasados, segura, en paz con sus vecinos, con las fronteras internacionalmente reconocidas. Y, aunque si de momento este objetivo parece lejano, le exhorto a usted y a su pueblo a mantener viva la llama de la esperanza".

El Pontífice ha abogado por alcanzar "un punto de encuentro entre las legítimas aspiraciones tanto de los israelíes como de los palestinos a la paz y a la estabilidad".

Asimismo, ha postado por una coexistencia pacífica entre los pueblos de Oriente Medio, que dijo sólo se puede alcanzar con un espíritu de cooperación y respeto mutuo, y pidió a la comunidad internacional que "use su influencia" en favor de una solución.

Misa en la ciudad natal de Jesús

Tras implorar a Dios una paz justa y duradera "en todos los territorios palestinos y en toda la región",  el Papa ha oficiado una misa en la plaza del Pesebre a la que han asistido unas 5.000 personas.

Entre los presentes se encuentra medio centenar de fieles procedentes de Gaza, a los que las autoridades israelíes han permitido salir de la franja para asistir a la misa.  También asisten varios centenares de fieles procedentes de España, México, Polonia, Filipinas y otros países.

A su llegada el Papa fue acogido por el Patriaca Latino de Jerusalén, Fuad Twal.  El altar ha sido colocado en un lado de la plaza, a la que da la basílica de la Natividad y la liturgia se desarrolló en árabe y latín, mientras que el Padrenuestro y el Regina Coeli fueron recitados en árabe.