Al gafotas ya no le aprietan los zapatos

  • Elvis Costello, el músico con más mala baba de la 'new wave' inglesa edita 'Secret, Profane & Sugarcane'.
  • Es un disco completamente acústico y con referencias a Johnny Cash y Hans Christian Andersen.
El artista Elvis Costello.
El artista Elvis Costello.
James O'Mara
El artista Elvis Costello.

Asegura su madre, Mary Costello, que la primera palabra que pronunció el crío fue skin (en inglés, piel). Tras no pocas conjeturas para aclarar el porqué, la señora cayó en la cuenta: Declan Patrick, que tenía un año, intentaba cantar a su modo I've Got You Under My Skin (Te llevo bajo mi piel), una de esas baladas de aterciopelado existencialismo que sólo Cole Porter era capaz de escribir para que Frank Sinatra la murmurase como si el micro fuera en realidad el cuello infinito de Ava Gardner.

Aquel muy precoz aspirante a crooner es ahora, a punto de cumplir 55 años, uno de los genios controvertidos del rock. Desde 1977 ha grabado una treintena larga de discos. Al menos diez son obras maestras. En unas semanas sale a la venta uno nuevo, Secret, Profane & Sugarcane, el primero que edita Elvis Costello en Hear Music, la división musical de la cadena de cafeterías Starbucks.

Pedradas contra los pijos

El nombre artístico que sustituyó al civil (Declan Patrick MacManus) ha obrado un milagro filológico: ya no es posible pronunciar sin adenda la frase "me gusta Elvis". Debes aclarar a cuál de los dos te refieres. Es verdad, el Rey Presley lanzó la primera piedra, pero era de atrezo y no hacía daño. Fue el otro Elvis, Costello, quien terminó de romper todos los escaparates pijos de Chelsea.

Resulta difícil eludir la imagen tormentosa de aquel tipo que, dada su mala baba a finales de los años setenta, parecía calzar siempre unos zapatos demasiado apretados. La prensa le aplicó todos los adjetivos: tenso, ansioso, enojado, insidioso, estentóreo, mordaz, cínico, crispado...

Él contestó hablando de pecados privados y públicas virtudes, del imperialismo y la jactancia de los ingleses, de la idiotez intrínseca en el negocio de la música pop, la censura en la radio y la televisión, la discriminación social por razones de raza y el fascismo creciente en los primeros años de aplicación global de las teorías económicas salvaje-liberales de la Escuela de Chicago que ahora nos han explotado en las manos.

Aunque era uno de los emblemas de la new wave británica (espasmódico, gafotas, chaqueta con hombreras, corbatín, ritmos bailables...), el timorato zeitgeist musical del movimiento le quedaba pequeño.

En su tercer disco, Armed Forces (1979, inicialmente titulado Emotional Fascism, Fascismo Emocional) grabó pop de amplio espectro, con referencias a los Beatles y a Abba. En el cuarto, Get Happy!! (1980), adaptó la perfección de dos minutos del soul de Stax. En Almost Blue (1981) reivindicó el country como único blues posible para los blancos...

A partir de ahí, una carrera espléndida y de tantos brazos como un afluente. Musicólogo además de músico (su padre era cantante profesional de una orquesta de jazz bailable y la casa familiar estaba empapelada con discos), Costello no ha renunciado a ningún reto y de todos ellos ha salido a hombros.

Casado con muchos

Con su grupo de siempre, los sólidos The Attractions, o en compañía de otros, su discografía es tan dilatada en cantidad como diversa en estilos. Recuperó para la música al legendario Burt Bacharach, con quien grabó Painted from Memory (1998); extrajo lo mejor del caduco Paul McCartney; se maridó con cualquiera que retenga sentimiento en tiempos de asepsia (Lucinda Williams, Rubén Blades, Brian Eno, Bill Frisell...).

En el nuevo disco, Costello se deja seducir otra vez por la efervescente humedad del sur de EE UU. Grabado en Nashville, la Shangri-La del country, en Secret, Profane & Sugarcane no hay instrumentos eléctricos: sólo mandolina, violín y la voz de miel de Emmylou Harris.

Coproduce T-Bone Burnett, responsable de la celebrada banda sonora de O Brother!, la peli de los Coen. ¿Referentes de fondo? La sobria tristeza del llorado Johnny Cash y los rincones menos castos del escritor Hans Christian Andersen.

Casado con la cantante de jazz de colágeno Diana Krall, residente en Canadá y renegado del Reino Unido ("demasiada envidia"), aquel muchacho con zapatos pequeños que afirmaba, tras 14 copas de Pernod, que "lo único importante es la venganza y la culpa", es ahora un hombre tranquilo.


The Brodsky Quartet.Momento decisivo:
Enero de 1993: El primer paso de un divo

Elvis Costello nada por primera vez en las aguas presuntamente mansas de la música de cámara en The Juliet Letters, una revisión del drama de Romeo y Julieta con The Brodsky Quartet (foto), que tocan con la misma pasión a Britten o a Björk. En 2001, Costello produjo a la soprano suiza Anne Sofie von Otter (For the Stars) y en 2004 compuso un ballet (Il Sogno).


Lloviendo piedrasUNA PELÍCULA

Lloviendo piedras (Ken Loach, 1993. Suevia. 5,95 euros). La ruina personal y moral a la que condujeron los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher late en buena parte de las canciones de Elvis Costello. También en esta bellísima parábola del siempre rebelde y certero Ken Loach, que cuenta la historia de un parado y sus desvelos por la primera comunión de su hija. Película que se ve como un documental.

ShipbuildingUN DISCO

Shipbuilding (Robert Wyatt. Rough Trade, 1982. 20 euros). Canción compuesta por Costello en plena Guerra de las Malvinas contra Argentina y grabada en cuestión de días, con la premura de un acto de resistencia, por el Víctor Jara inglés, Robert Wyatt. Una reflexión sobre la paradójica posición de los trabajadores de los astilleros ingleses, obligados a construir barcos para reemplazar a los hundidos en la guerra en la que combatían sus hijos.

Cuentos completos de Hans Christian AndersenUN LIBRO

Cuentos completos (Hans Christian Andersen. Cátedra, 2005. 41,50 euros). Cuatro de las canciones del nuevo disco de Costello desarrollan la historia de amor imposible entre el escritor Hans Christian Andersen y la soprano Jenny Lind, el Ruiseñor de Suecia. A ella le dedicó uno de sus cuentos inmortales, El Ruiseñor. Con injusta frecuencia presentado como escritor para niños, la zona oscura de Andersen es deliciosa.

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