Los satélites podrían ayudar a detectar cuándo un volcán va a entrar en erupción

El volcán Etna ha entrado este martes en erupción
El volcán Etna en erupción.
EFE/EPA/ORIETTA SCARDINO
El volcán Etna ha entrado este martes en erupción

Hace tiempo que la comunidad científica ha determinado que antes de que un volcán estalle se producen una serie de signos que nos pueden dar una pista de lo que va a suceder. Por hablar en términos que todo el mundo entiende -y que están ahora en boca de todos-, es como la moquita antes de un catarro.

Pero dejando a un lado los temas de salud, que ya tenemos bastante, un nuevo estudio de un grupo del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA sugiere la posibilidad de que los satélites juegue un papel crucial a la hora de detectar cuándo un volcán está a punto de entrar en erupción.

Hasta ahora, monitorizar la actividad de un volcán para advertir nuevas erupciones se limitaban a los recursos terrestres: detectar cambios en la superficie y pequeños terremotos causados por el movimiento del magma interior o medir cambios en los gases emitidos por los respiraderos.

Señales como estas se utilizan para generar alertas y desencadenar evacuaciones, y han salvado vidas. Son de tremenda importancia, pero no siempre son infalibles. Un sistema que probablemente sí lo fuera sería la posibilidad de hacer una medición de todo el calor que sale de un volcán, ya que la mayor parte de la energía volcánica se libera en forma de calor.

El equipo del JPL propone para lograr esa tarea utilizar los datos de radiación térmica de los satélites Terra y Aqua de la NASA, los cuales de forma combinada hacen dos coberturas globales de la Tierra haciendo mediciones de un píxel de 1 kilómetro por 1 kilómetro.

Desde que estos satélites se conectaron en 2002 han registrado cinco volcanes que han tenido erupciones significativas: Ontake en Japón, Ruapehu en Nueva Zelanda, Calbuco en Chile, Redoubt en Alaska y Pico do Fogo en Cabo Verde.

Se observaron tendencias crecientes de temperatura durante los períodos de dos a cuatro años que preceden a cada erupción, incluida la erupción sorpresa de Ontake en 2014. Las temperaturas solo aumentaron 1ºC o menos en el período previo a cada evento, pero estas fueron tendencias estadísticamente significativas y no solo ruido. Las temperaturas máximas en cada registro se asociaron con una erupción”, explica el medio Ars Technica.

Los investigadores dicen que esto podría representar una combinación de dos procesos. Primero, el magma que avanza más cerca de la superficie -y libera gases- podría estimular la circulación hidrotermal, llevando calor para calentar la superficie desde abajo. En segundo lugar, si esto empuja más humedad a la capa del suelo, el suelo podría emitir más radiación térmica y, por lo tanto, parecerá “más brillante” para los satélites. De cualquier manera, estos cambios sutiles parecen fácilmente detectables en los datos del satélite.

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