No comparar, fomentar experiencias compartidas... Cómo ayudar a construir una relación sana entre hermanos

  • Poner a un hermano como modelo de otro puede generar envidias y baja autoestima.
  • Un niño no necesita que se le quiera igual que a su hermano, necesita sentirse querido de una forma especial y única.
Niños con su perro en el coche
Niños con su perro en el coche
GTRES
Niños con su perro en el coche

Martin Luther King expresó en una ocasión que “los hermanos no necesitan palabras, tienen su propio lenguaje de sonrisas, guiños y expresiones”. La complicidad de un hermano es uno de los mayores tesoros con los que una persona puede contar y las relaciones que se establecen entre ambos durante la infancia un primer paso para aprender a interactuar con sus iguales y para fomentar las relaciones sociales fuera del espacio familiar. Sin embargo, los conflictos entre niños también suelen ser frecuentes y en esos momentos los padres juegan un papel fundamental como mediadores, para desarrollar la comunicación de toda la familia y potenciar la empatía.

¿Cómo pueden fomentar los progenitores una relación sana entre hermanos? Los terapeutas de familia hablan de una serie de aspectos a tener en cuenta y otros, no menos importantes, a evitar a toda costa. Estos son los principales:

Nunca hacer comparaciones

A cada hijo hay que valorarlo por sí mismo: por sus habilidades, sus actitudes y aptitudes, su forma de ser, su personalidad y su carácter... Caer en el error de compararlo con uno de sus hermanos para que mejore o ponérselo como modelo puede generar envidias y baja autoestima. Hay que evitar a toda costa frases es los que uno quede por encima del otro del tipo: ‘que bien se le dan las matemáticas a tu hermano, a ver si se te pega algo’ o ‘que obediente es tu hermana, sigue su ejemplo’. Lo único que se conseguirá es infravalorar al que quede por debajo.

Fomentar las experiencias compartidas

Es posible potenciar los vínculos afectivos entre hermanos animándoles a compartir experiencias y tareas juntos. Desde actividades lúdicas como practicar un deporte juntos o juegos de mesa, a realizar determinadas tareas del hogar - por ejemplo, ordenar sus juguetes o limpiar el jardín- o haciendo las tareas del colegio.

Dejarles su propio espacio

Estrechamente relacionado con el punto anterior, este consejo aboga porque los adultos suelten amarras y dejen a los niños disfrutar de momentos ‘a solas’. Este será uno de los mejores caminos para que cuiden el uno del otro, para que compartan experiencias, para hacerse más cómplices y creen sus propios vínculos de forma independiente a los que les unen a sus padres.

Respetar el espacio propio de cada hijo

A la vez que se fomentan las actividades comunes entre hijos también hay que dar oportunidad para que cada uno desarrolle su espacio propio: su propio grupo de amigos, sus actividades extraescolares favoritas, sus momentos de lectura, tiempo en privado con alguno de sus padres... En definitiva, ratos para estar solo o en compañía de otras personas que sean de su agrado sin necesidad de que su o sus hermanos estén presentes o participen de las mismas cosas.

Entender que no son iguales

A pesar de que pueda sonar contradictorio, los hijos no necesitan escuchar que se les quiere por igual. Lo que les estimula es que se les valore su propia personalidad, que reconozcan que es único y distinto a sus hermanos y que se le quiere por sus propios méritos y de una forma especial.

Dedicarle tiempo de calidad a cada uno

No se trata de pasar el mismo número de horas o minutos al día con cada uno de ellos pero sí de encontrar esos nexos especiales con cada hijo que nos permitan disfrutar de tiempo y actividades juntos cada día. Es muy común que muchos de los conflictos que surgen entre hermanos tengan que ver con este aspecto y con la atención que cada niño piensa que recibe de sus padres respecto a sus hermanos.

Fomentar la comunicación y convertirse en un modelo a seguir

Es importante que los padres estimulen desde casa una buena comunicación entre todos los miembros de la familia, encontrar momentos para que cada uno exponga sus necesidades, inquietudes, aquello que le molesta, lo que le gusta y, por supuesto, predicar con el ejemplo siguiendo la misma fórmula en la comunicación entre adultos. Resulta de vital importancia que los niños se sientan comprendidos, que reconozcan que tienen un lugar en la familia y tengan la oportunidad de expresar sus sentimientos cuando surge algún conflicto entre hermanos. Saber que se les escucha es el primer paso para resolver el problema.

A la vez, los padres tienen un papel mediador que debe utilizarse para evitar las faltas de respeto entre los niños, las regañinas innecesarias (se trata de escucharles no de reprobarles para que puedan desahogarse y contar sus problemas) y de evitar el efecto chivatazo (hay que buscar siempre las dos versiones del conflicto, no quedarse solo con lo que nos diga una de las partes).

Enseñarles a resolver sus conflictos

Todo lo anterior debe servir para que los niños a través del modelo aportado por los padres aprenden a gestionar y resolver de una forma adecuada sus conflictos a través del diálogo, de llegar a acuerdos, de empatizar con el otro y de pedir perdón. Nunca hay que evitar el conflicto. Es importante que se den cuenta que enfadarse es humano y que habrá momentos en que no estarán de acuerdo en cosas; a la vez que les enseñamos a reconocer las estrategias más positivas para resolverlos lejos de gritos, peleas y eternos enfados innecesarios. 

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