Se cuelga el cartel de completo en el primer día de apertura del metro de Sevilla

  • Los trenes se llenan con miles de sevillanos de todas las edades.
  • En las estaciones hubo globos y charangas para animar el día.
  • La Línea 1 arranca con muchos elogios y más de una sugerencia.
  • El colapso de los trenes obligó a cerrar todas las estaciones.
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Miles de sevillanos acudieron a su cita con el metro.
Miles de sevillanos acudieron a su cita con el metro.
R. G.
Miles de sevillanos acudieron a su cita con el metro.

«¿Esto cuando se abre?», era la pregunta más repetida. «A las dos de la tarde», respondía el coro de los allí congregados. «Esto» era el metro. Y «las dos», la hora de su inauguración. Tiempo antes de que abrieran las puertas, ya había gente agolpada en las estaciones.

«Estamos deseando que quiten las cintas. Nos hace mucha ilusión vivir este momento. Pensábamos que habría más bulla, pero la gente estará trabajando o en el colegio... Y seguro que a alguno le da canguelo», decían Manuela y José, un matrimonio.

En las estaciones hubo suelta de globos, en blanco y verde, y charangas para animar a los viajeros. Pequeñas colas en las taquillas («algunos siempre dejamos todo para última hora», comentaba Rafael). Y algún problemita para usar la tarjeta sin contacto.

Ya en el primer tren, elogios y alguna sugerencia. «Es muy moderno y está muy limpio. ¡A ver cuánto nos dura!», confesaba Paqui. «Quizás falte algún sitio más para agarrarse y algunas máquinas de refresco y bocadillos en las estaciones».

A las dos, los vagones estaban casi vacíos. Pero por la tarde los trenes se colapsaron y hubo que cerrar las puertas de las estaciones a las miles de personas que esperaban en el exterior.

Es muy moderno y está muy limpio. ¡A ver cuánto nos dura!», confesaba Paqui

Lucía tiene 6 años y mira todo con los ojos muy abiertos: «Me gusta mucho. Lo que más, las estaciones. Y como soy del Betis, me pone muy contenta que todo sea verde y blanco». Un sevillista, vecino de Su Eminencia, que pasaba por allí susurra mientras mira su reloj: «A mi los colores me dan igual. ¡Del sofá de mi casa al Sánchez Pizjuán, 22 minutos!».

Había quien pedía ya, con cierto humor, una ampliación. Como Cati y Manuela, dos amigas: «Ojalá llegara hasta el Curro (por la Venta de Curro, en Camas). Así podríamos comer y beber todo lo quisiéramos y no tendríamos problemas para volver a casa». José Luis, el marido de una de ellas, bromeó: «Ya veréis lo rápido que va ahora el metro cuando crucemos por debajo del río. No vaya a ser que se hunda y nos caiga encima».

Gaspar Girón perdió la dos piernas cuando tenía 7 años al ser arrollado por el antiguo tranvía. Ahora, 64 años después, viaja en el metro en su silla de ruedas: «Todos los accesos y servicios están a nuestro alcance». Y una opinión técnica. De Fabián, un arquitecto técnico de 64 años: «Me gusta mucho que todo sea de hormigón visto, que tiene mantenimiento cero. Bastará con que quiten el polvo cada 20 años».

La anécdota de la jornada fue el parón de un tren cinco minutos porque un niño se había extraviado.

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