Quique San Francisco murió enfadado y triste porque el tiempo se le escapó demasiado pronto. No pudo despedirse de la gente a la que tanto amaba ni hacer teatro por última vez. Su larga hospitalización era el presagio de un final que no por anunciado ha sido menos impactante.
Aunque con sus 65 había vivido como para rellenar tres vidas, Quique seguía hablando en futuro inmediato y tenía ganas de resetearse con una tranquilidad que, buscada por él, parecía broma o utopía. Resistir fue, sin duda, el verbo que mejor lo definió. Aguantó tiempos difíciles, superó graves adicciones y logró que ni siquiera esa mala cabeza que lo arrastró hasta la oscuridad, embruteciera una imagen que tenía brochazos de dejadez y otros tantos de pasión.
De cortos pero intensos amores, su relación más conocida fue con Rosario Flores. Un idilio que se terminó cuando ella entendió que era imposible hacerle cambiar y que decepcionó a la mismísima Lola Flores. Ahora, al otro lado de ese mundo del que tanto hablaba, podrán tener la conversación que se les quedó pendiente. Seguro que acaba en risa.
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