El maestro chocolatero barcelonés Lluís Morera, figura clave de esta especialidad de la repostería en las últimas décadas, ha fallecido a los 74 años de edad, según han confirmado fuentes del sector.

Morera se dedicó profesionalmente desde joven al mundo del chocolate, aunque en sus inicios comenzó trabajando en un banco en Barcelona, una actividad que no le satisfacía. El propio fallecido había confesado en más de una ocasión que se aburría hasta que "un día, al pasar por la pastelería Santa Clara, cerca de Vía Laietana, vio un cartel en el que pedían un aprendiz: "Entré y me quedé cinco años".

En su periodo de aprendizaje, recorrió pastelerías de varios países hasta que abrió su propio negocio en Terrassa (Barcelona) a principio de los años 70. Sus innovadores sistemas de trabajo y su visión comercial le sirvieron también para colaborar con la industria chocolatera y, de este modo, asesoró a empresas como Chocovic o Chocolates Valor.

En 2004, consiguió un récord Guiness tras elaborar el corazón de chocolate más grande del mundo, para el que empleó 7.000 kilos de chocolate. La construcción en la plaza Colón de Madrid del enorme corazón de chocolate, de 5 metros de ancho por 4 de alto, duró 5 días e involucró a un equipo de 10 personas, lideradas por Morera.

Ese mismo año se unió a la familia de Chocolates Brescó, en Benabarre (Huesca), donde hasta ahora ejercía como director. En una entrevista concedida a la revista Dulcypas en 2007, Morera explicaba su vinculación a la pequeña chocolatería de Benabarre (Huesca), con una historia que se remonta a 1875.

"Murió el propietario en un accidente -señaló entonces- y yo he continuado la labor que ya habíamos empezado. Ahora, después de tres años tenemos 430 productos de chocolatería y pastelería de elaboración propia, más de 400 clientes en toda España, y estamos exportando a países como Alemania, Inglaterra o Japón. Manejamos más de 100 toneladas de chocolate al año".

En esa misma entrevista, Morera analizaba la situación del sector sin ambages: "Hay muchos que van de artesanos por la vida y, sin embargo, lo que hacen es comprar productos congelados y venderlos como si fueran frescos y hechos por ellos; y luego están los que copian de otros y dicen que tal o cual producto o diseño es suyo, que ellos lo han inventado. Al final, el resultado es que todo el mundo termina haciendo lo mismo y apenas hay diferencias".

El mejor epitafio a su dilatada trayectoria pastelera podría ser una de sus frases recurrentes, que solía repetir en sus conferencias para referirse a la alegría de la vida: "Chocolate, sexo y rock and roll".