El ocaso del contagio por contacto con superficies: "Las medidas que se tomaron no han servido para nada"

DESINFECCIÓN DE FARMACIAS Y PARQUES INFANTILES EN PAMPLONA
Un operario desinfecta un parque infantil en Pamplona tras el confinamiento.
Eduardo Sanz / Europa Press
DESINFECCIÓN DE FARMACIAS Y PARQUES INFANTILES EN PAMPLONA

El pasado 10 de mayo, cuando la pandemia no llegaba ni al año de vida y los detalles sobre la transmisión del coronavirus eran aún más desconocidos que ahora, el doctor Faheem Yomus, jefe de enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland, escribió en Twitter: “Si la tuberculosis o el sarampión vuelan como un águila, el coronavirus vuela como una gallina”.

Por aquel entonces, en pleno debate sobre si el SARS.CoV-2 se transmitía o no por el aire, Yomus estaba defendiendo que la principal vía de transmisión no era por aerosoles. Hoy en día sigue sin haber un consenso científico claro sobre esto. Sí lo hay sobre la escasa relevancia del contacto con superficies infectadas, por lo que su frase sigue siendo tremendamente ilustrativa: aunque sea torpemente y por poco tiempo, el coronavirus vuela.

“Evidentemente, una pandemia de estas características no va de mano en mano. No solamente es porque viene la gente y al aterrizar le da la mano a alguien, esto tenía que tener algo más”, declara Benigno Sánchez, investigador del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat).

Lo que hoy resulta evidente, sin embargo, no lo fue siempre. Al inicio de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud negó categóricamente la posibilidad de una transmisión aérea y centró sus recomendaciones preventivas en la higiene de manos y la limpieza de superficies, tanto interiores como exteriores.

La teoría principal entonces sobre la transmisión del virus era que una persona infectada emitía partículas de saliva con carga viral al toser o estornudar. Si se mantenía una distancia de seguridad y se evitaba el contagio por contacto directo, estas gotas caían por su propio peso e iban a parar al suelo o a otras superficies.

En ese caso, el contagio se producía al tocar esas superficies con la mano y, posteriormente, llevarnos esas partículas víricas a boca, nariz u ojos. El papel de las partículas más pequeñas de saliva que pudieran mantenerse en suspensión se consideraba prácticamente irrelevante.

Del contagio por contacto con superficies a los aerosoles

Aunque el contagio por gotas que se transmiten de forma directa entre dos personas sigue siendo considerado como una de las principales forma de transmisión, el contagio por contacto con superficie se ve hoy como algo muy circunstancial y poco probable.

¿Son entonces las medidas recomendadas inicialmente innecesarias?¿La única prioridad debe ser mantener el aire limpio y ventilado? “La evidencia no es definitiva así que nadie se atreve a descartarlo”, declara Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas). “Lo que sí está claro es que no es el foco principal. Un bar limpisimo lleno gente con las manos limpisimas y chillando y sin mascarilla es una bomba”.

Alberto Torres, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph), se muestra más categórico sobre las medidas preventivas: “Al principio se puso mucho énfasis y dinero en el tema de la limpieza y la desinfección y eso no ha servido probablemente para nada”.

A medida que la hipótesis del contagio por contacto con superficie iba perdiendo fuerza, iba siendo cada vez más popular otra teoría: la del contagio por aerosoles. Estas pequeñas partículas que se emiten junto a las gotas más grandes serían capaces de mantenerse en suspensión durante horas y, probablemente, ser contagiosas. Lo cierto es que también esta teoría sigue siendo muy discutida.

“Cuando hablamos de transmisión aérea, estamos hablando de microorganismos que se pueden transmitir a distancia y que pueden ser vehiculizados por el aire y cuya forma principal de transmisión es esta”, explica Torres. “En el caso del coronavirus no es para nada eso, se trata de una transmisión por gotas, aunque puede ser que en situaciones excepcionales se haya podido transmitir por aerosoles en suspensión, se tienen que dar unas circunstancias muy particulares”.

El virus se combate en el aire

El doctor Benigno Sánchez, del Ciemat, sí entendió, desde un principio, que “el virus tenía que estar en el aire”.

Él y su equipo llevan décadas centrados en el tratamiento del aire con compuestos químicos y biológicos, especialmente en bacterias y hongos. “Éramos un poco los locos porque estábamos estudiando algo que no exigía la normativa vigente. Cuando me preguntaban: ‘¿Y los virus?’, yo respondía: ‘Cuando nos hagamos mayores’”.

Esa mayoría de edad, llegó con el confinamiento. Alejado de su laboratorio, pensó en desarrollar soluciones que fueran más allá de “salir a aplaudir a las 8 de la tarde” y el resultado ha sido un proyecto que estudia utilizar energía solar para producir una reacción química que rompa la envoltura de los virus presentes en el aire y los desactive.

Aunque aún está por determinar si el sistema fotocatalítico desarrollado con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es funcional a la hora de acabar con el SARS-CoV-2 que se mantenga en suspensión en espacios interiores, se trata de un proyecto que pone en evidencia cómo ha cambiado el conocimiento sobre el contagio del coronavirus.

Los tiempos de limpiar superficies quedaron atrás, el virus ahora se combate en el aire.

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