La obediencia en los niños: ¿Cómo podemos fomentarla? ¿Qué peligros puede llegar a tener?

  • La obediencia es el resultado de un trabajo de paciencia, razonamiento y refuerzo positivo por parte de los adultos.
  • Siempre hay que razonar con el niño los motivos por los que es importante que haga las cosas. De esta forma entenderá que cumplir esos mandatos tiene muchos beneficios para él mismo y también para la gente que le rodea.
La obediencia enseña al niño la importancia de colaborar.
La obediencia enseña al niño la importancia de colaborar.
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La obediencia enseña al niño la importancia de colaborar.

Cuando un niño obedece acata reglas, normas y órdenes pero, al mismo tiempo, está aprendiendo la importancia de colaborar, de ser responsable, de convivir de manera sana con su familia y su entorno, de integrarse en la sociedad y de realizar tareas productivas. Todos los niños pueden aprender a obedecer pero el camino para conseguirlo no es el de imponer o amenazar. Se trata, mas bien, de un trabajo de paciencia, razonamiento y refuerzo positivo para que entiendan la importancia de la cooperación y de vivir como seres sociales.

¿Cómo se puede fomentar la obediencia en los niños? Estos son algunos consejos que aportan los expertos en pedagogía para conseguirlo:

Empezar despacio. En cuestiones de obediencia, como en casi todo, conviene ir poco a poco para lograr los mejores resultados. Se trata de empezar pidiéndoles cosas sencillas, que les resulten fáciles de realizar y, además, que sean apetecibles para ellos. Si conseguimos engancharles desde el principio será más fácil ir aumentando el nivel de exigencia.

Instrucciones sencillas y claras. No atorarles pidiéndoles varias cosas a la vez. Es mejor que empiecen por una a dos tareas. Hay que tratar también de buscar el momento y el espacio ideal: pedirles las cosas de buen talante, acercándonos a ellos, con un tono relajado y aprovechando aquellos instantes en que no estén demasiado distraídos - jugando o viendo la tele por ejemplo- ni demasiado cansados.

No quemar cartuchos. No conviene ser demasiado exigentes de entrada ni pedir cosas imposibles de realizar para ellos ya que en el caso de que no cumplan el objetivo la causa no va a ser la desobediencia sino la incapacidad. Seamos conscientes de su edad y sus posibilidades.

Intentar que cumpla a la primera... o como mucho a la segunda intentona. Hay que habituarles a responder con diligencia a lo que se les pide, a prestar atención y a darse cuenta de que si no cumplen puede haber consecuencias negativas para ellos (que no castigos). Se trata, por un lado, de cuidarse para no perder los nervios insistiendo cien veces en lo mismo y de que ellos también entiendan que no deben hacer las cosas por pura machaconería sino porque hay responsabilidades que les atañen.

Reforzar la buena conducta con palabras cariñosas y con elogios nunca con regalos o premios. Esta es la mejor forma de reforzar su autoestima y de que crezca su deseo por mejorar su actitud. Por el contrario, cuando no cumplan con la petición hay que evitar el castigo - se puede optar mejor por privarles de algo que les guste-. Ante una mala conducta funcionará mejor ignorarles que regañarles, ya que acabarán haciéndose inmunes a los reproches.

Razonar. Cuando todavía son muy pequeños puede resultar una tarea imposible pero una vez que el niño tiene mayor entendimiento hay que intentar razonar con él los motivos por los que es importante que haga las cosas. Debe entender que esforzarse por cumplir esos mandatos tiene muchos beneficios para él mismo y también para la gente que le rodea.

Sin interferencias. Hay que explicar al resto de los miembros de la familia el proceso que hemos iniciado para que no interfieran ni desautoricen lo que le estamos pidiendo al niño.

¿Tiene peligros la obediencia?

La obediencia tiene peligros si se la confunde con la sumisión. Un niño obediente es aquel que es capaz de acatar lo que le piden sus padres u otras personas porque reconoce su autoridad, les respeta, son un referente para él y porque estas le demuestran su afecto y cariño. Pero intentar que un niño haga las cosas porque sí o porque me da la gana no es obediencia sino sumisión y se corre el riesgo de transformarle en un niño conformista y sin criterio propio. No hay, por tanto, que obligarle a hacer lo que se le pide sin rechistar ni por miedo porque de esta manera no aprenderá a obedecer por iniciativa propia sino por temor a ser humillado o no querido.

Si la relación entre adulto y niño se basa en el cuidado y el amor, la obediencia surgirá de forma espontánea en el pequeño así como la capacidad para sentir el valor propio.

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