Así fue la disparatada fiesta de Andrew Jackson, expresidente de EEUU, tras su ceremonia de investidura en 1829

Andrew Jackson, séptimo presidente de EEUU.
Retrato de Andrew Jackson del artista Alexander Hay Ritchie (1860) .
Library of Congress/Wikipedia
Andrew Jackson, séptimo presidente de EEUU.

Faltan pocas horas para que el demócrata Joe Biden sea investido como 46º presidente en la historia de Estados Unidos y ya está todo preparado para la ceremonia en el Capitolio, sede del Congreso y del Senado, situado en la ciudad de Washington. 

Un acto de investidura atípico al estar marcado por la pandemia del coronavirus que asola al país y que ha causado más de 400.000 muertes, así como por el violento asalto al Capitolio el pasado 6 de enero por seguidores de Donald Trump.  

Pero no será la única toma de posesión que pasará a ser recordada en el país, ya que desde que George Washington jurara el cargo en 1789, la historia de este día tan especial está repleta de curiosas anécdotas. En las diferentes tomas de posesión se han sucedido eventos de todo tipo, como cuando el entonces vicepresidente de Abraham Lincoln, Andrew Johnson, juró el cargo borracho en 1865.

La fiesta más recordada en EEUU

Sin duda, una de las historias más recordadas es la toma de posesión del séptimo presidente de EEUU, Andrew Jackson, en el año 1829. Se trataba del primer presidente que no pertenecía a la aristocracia del país y, por ello, tenía miles de seguidores que se sentían identificados con él. 

Jackson fue el responsable de la fiesta más atípica y descontrolada que ha tenido lugar en la Casa Blanca. La ceremonia de investidura se celebró un 4 de marzo de 1829 y tras el evento, como era tradicional, las personas elegidas por invitación podían acudir a la fiesta del nuevo presidente en la residencia oficial.

Sin embargo, el entusiasmo y la emoción de Andrew Jackson por el apoyo de la ciudadanía hizo que invitara a todos los asistentes para continuar con la celebración en la Casa Blanca. Así, el edificio se fue llenando y cerca de 20.000 personas acabaron ocupando todas las salas

Como era de esperar, la fiesta se descontroló y muchos asistentes acabaron rompiendo objetos de gran valor como tapices, cuadros o jarrones, e incluso se produjeron conflictos y robos. Sin duda, es recordada por los estadounidenses como la fiesta más disparatada de la Casa Blanca.

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