"Alguien que me abrace demasiado, alguien que me lastime demasiado”. Así cantaba el personaje de Charlie (Adam Driver) al final de la película Historia de un matrimonio de Noah Baumbach, que de forma tan humana se adentra en los últimos días de una pareja y los dolorosos procesos de divorcio.
La canción en concreto se titula Being Alive (Estar vivo) y fue compuesta en 1970 por el icónico Stephen Sondheim para el musical Company que, a su vez, cuenta la historia de un hombre incapaz de comprometerse con una relación de larga duración. Y es que si en sus inicios todas las parejas son de color de rosa y viven su amor con mucho optimismo mucho más complicado resulta mantenerlas en el tiempo y no minar su robustez.
¿Cómo podemos saber si nuestra relación de pareja es saludable y se asienta sobre unas bases sólidas? Estos son algunos indicadores que pueden denotar que se va por el buen camino:
Además de pasión, debe haber amor y admiración
Sin entrar en el siempre complicado análisis de hasta cuándo dura la pasión, ésta debe complementarse o prolongarse a través del amor y la admiración. Una pareja sana es aquella en la que hay cariño y en la que, además, cada uno de sus miembros admira al otro por una o mas bien por muchas razones.
Hablar y respetarse
Siempre se habla de una buena comunicación en la pareja pero, ¿en qué debe consistir ésta? Pues básicamente en la confianza plena para hablar de cualquier tema, para exponer cualquier problema, duda o inquietud que surja en la relación, en saber escuchar al otro, entender que se pueden tener diferentes puntos de vista y hacer todo esto desde el respeto mutuo. Practicar la escucha activa, la empatía y la búsqueda de ese punto en común o término medio que puede satisfacer a ambas partes. Si uno piensa en azul y otro en amarillo quizás la solución está en la mezcla de ambos colores.
Practicar la confianza en uno mismo y en el otro
Para empezar porque una persona que confía en su pareja demuestra mayor grado de autoestima y seguridad en sí misma. Y para terminar porque evita celos, disgustos y malos entendidos innecesarios. Alguien que sufre de forma constante los celos de su pareja es alguien abocado a romper la relación más tarde o más temprano por la presión y desconfianza que ejercen sobre él/ella.
Demostrárselo constantemente
No basta con querer a alguien, disfrutar del tiempo juntos y apreciar lo que el otro nos aporta. No hay que dar nunca una relación por segura sino trabajársela día a día y hacerle saber al otro, mediante palabras, gestos o detalles, lo que representa en nuestra vida.
Reconocer que hay vida más allá... de la pareja
No se está con alguien ni por comodidad, ni por costumbre ni porque nos pertenece sino porque uno ha elegido libremente compartir su vida con otra persona (al igual que ésta), siendo consciente de que cada uno debe mantener su espacio, tener tiempo para si mismo y, sobre todo, que puede tomar la decisión de terminar la relación y marcharse cuando lo desee.
Saber que la felicidad propia no depende del otro
Una pareja será más feliz si cada uno de sus miembros no deja su felicidad en manos del otro y cuando estar con otra persona es perfectamente compatible con mantener y seguir luchando por nuestras metas y sueños como seres individuales. Depender de la pareja en este sentido crea una situación de desequilibrio que no es sana para ninguna de las partes.
Ser sinceros
Se da por hecho en muchas ocasiones que nuestra pareja debe conocernos como a la palma de su mano y adelantarse como por ciencia infusa a nuestros pensamientos. Si hay algo que nos molesta hay que exponer lo que se piensa, no esperar a que el otro lo adivine. Tener la confianza para confesarlo es un síntoma de la solidez de la relación.
Compartir tiempo de calidad
Compartir tiempo de calidad con el otro es un elemento clave para que la relación no acabe sumida en la rutina. Por muy ocupado que uno piense que está una de las prioridades para que la relación de pareja no se resienta es la de hacer cosas juntos y realizar proyectos nuevos.
Tener expectativas realistas
No se trata de construir a la pareja perfecta a nuestra imagen y semejanza o como a nosotros se nos antoje sino de tener expectativas realistas, comprender cómo es la otra persona y adecuarnos a lo que nos puede proporcionar.
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