Fayna Bethencourt narra cómo era vivir con 'El Yoyas': "Dormía con un lápiz afilado para defenderme"

Fayna y Carlos 'El Yoyas'.
Fayna y Carlos 'El Yoyas'.
GTRES
Fayna y Carlos 'El Yoyas'.

En la primera parte de la entrevista que le realizó la revista Lecturas, Fayna Bethencourt ya ponía los pelos de punta solo narrando el brutal relato de cómo era convivir con Carlos Navarro, más conocido públicamente como El Yoyas, a quien recientemente han condenado por maltrato.

Cinco años y ocho meses de prisión para el exconcursante de Gran Hermano, siendo en el reality televisivo donde se conocieron ambos, por haber hecho de la vida de su pareja y de sus hijos (tiene dos y ambos menores de edad) un auténtico infierno.

Son siete delitos, seis de ellos consumados contra su exmujer y sus hijos, y el séptimo contra la nueva pareja de la canaria, que ha confesado sentirse "aliviada" con la pena impuesta, a pesar de que la considera insuficiente para todo lo que ella ha vivido (aunque a pesar de ello reconoció que no le sale "odiar" a su ex).

Con su vida reencaminada junto a su nuevo amor y sus hijos, Fayna se atreve por fin a relatar ciertas etapas oscuras desde la seguridad que tiene por el feliz momento en el que está. Y entre esos episodios de miedo -el 016 es el teléfono de atención a las víctimas de violencia de género-, hay uno que destaca.

"Dormía con un lápiz afilado para defenderme", narra Bethencourt, que asimismo expande el relato para darle contexto, aunque de por sí cualquiera se puede imaginar las razones por lasque alguien dormiría con un lápiz afilado bajo la almohada.

"Me da pudor contarlo. Yo muchas veces dormía con mis hijos y él entraba y me sacaba. Una vez me arrinconó contra la pared, con su frente pegada a la mía y me cogió del cuello. Las noches siguientes dormía con un lápiz afilado para defenderme. Si hubiera cogido un cuchillo, habría admitido que estaba en peligro real. Una parte de mí no quería admitirlo", explica.

Aunque Carlos Navarro se encuentra ahora mismo en libertad en Barcelona, donde reside, tiene prohibido acercarse o mantener ningún tipo de contacto con su expareja o con sus hijos, quienes fueron precisamente los que salvaron a su madre de las garras del maltrato.

"Mi hija me pidió varias veces que lo denunciara. Con 7 años me dijo: 'Siempre dices lo mismo, que no va a volver a pasar y siempre pasa'", comentó en aquella primera parte de la entrevista, donde también rememoró: "La primera vez que me dio una paliza mi hijo de 3 años intentó defenderme".

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