Los voluntarios del patrimonio en Castilla y León, en busca de relevo generacional

Las alacenas de decenas de casas en los pueblos de Castilla y León han guardado durante años las llaves de sus iglesias y, como si de una joya familiar se tratase, la herencia de los guardianes y custodios del patrimonio ha pasado de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Sin embargo, las manos ajadas que hoy sujetan esas llaves ya oxidadas ven peligrar su relevo generacional, pues no existe mascarilla que combata el virus de la despoblación.
Monasterio de Santa María de la Armedilla, en Cogeces del Monte (Valladolid).
Monasterio de Santa María de la Armedilla, en Cogeces del Monte (Valladolid).
PHOTOGENIC/ALBA CLAUDIA-EUROPA PRESS
Monasterio de Santa María de la Armedilla, en Cogeces del Monte (Valladolid).

Castilla y León atesora un vasto patrimonio que ha perdurado durante siglos, pero hoy la piedra podría sobrevivir también a sus propios guardianes, quienes de forma voluntaria y altruista no solo cuidan y mantienen los monumentos de sus pueblos, sino que también estudian su historia para transmitírsela a visitantes y turistas.

Desde el Románico Norte en la provincia de Palencia a las Sierras del Sur en Ávila y Salamanca, la gran concentración de patrimonio convierte a la Comunidad en una enorme sala de exposiciones, tal es la cantidad de monumentos que su total apertura es prácticamente inasumible. Ahí es donde entra en juego la figura de los voluntarios encargados de abrir los templos y de ofrecer información sobre las condiciones de las visitas, labor que suele recaer en el vecino de la casa más cercana.

Durante el periodo estival, el Programa de Apertura de Monumentos promovido por la Junta, en colaboración con las diócesis, destierra del paisaje las puertas cerradas. El plan 'Abrimos en Verano' ha facilitado en 2020 que 442 templos en 362 localidades reciban, con las puertas abiertas, a más de medio millón de visitantes, pero muchos voluntarios realizan con orgullo esta labor durante todo el año.

Tres cabezas y una cola de serpiente sumaba el que es probablemente el custodio más famoso de la mitología: Cerbero, que bien podría haber aparecido como una de las criaturas del bestiario románico, dada su semejanza con los híbridos mitad águila, mitad león que adornan los capiteles de la Iglesia de Santa Marina (s. XII) en la localidad palentina de Villanueva de la Torre.

Con el mismo celo con el que este can protegía las puertas del Hades, Carlina García guarda la llave del templo que se erige en este pueblo de seis habitantes y que, según recuerda, le ha acompañado toda su vida. "La llave siempre ha estado en mi casa y desde los 14 años he ayudado a cuidar y mantener la iglesia, además de explicársela a los turistas", explica.

"He atendido bien a todos los que han pasado por aquí pero no sé qué pasará cuando falte", lamenta, después del que ha sido el primer año en que Carlina, ya con 90 inviernos a sus espaldas, no ha podido abrir la iglesia. Una preocupación común entre los custodios del norte de Palencia pero que también se extiende a los voluntarios del resto de provincias.

"Nos hacemos cargo de las llaves porque nadie más quería" confiesan Valentina Vicente y Pascual Mate, el matrimonio que guarda la iglesia románica de Cedillo de la Torre, un pueblo de 95 habitantes en la provincia de Segovia. "La gente está mejor en los bares que en la iglesia", bromean, al tiempo que reconocen que "para poder tener las llaves hay que vivir en el pueblo", un requisito en peligro de extinción. "Tenemos tres hijos pero todos viven fuera", explica ella, que ve "prácticamente imposible garantizar el relevo generacional" porque "sin trabajo no hay pueblo".

Una de las pocas excepciones es Sara García, de 18 años, una estudiante de Derecho que durante los meses de verano cuida y enseña la iglesia de San Miguel (s. XV) en Ágreda (Soria), un cargo en el que ha relevado a su hermana mayor. Esta es, dice, su forma de aportar un "grano de arena", pues se confiesa "orgullosa" de sus raíces y de su pueblo, "muy rico en patrimonio cultural".

En otras localidades, como es el caso de Aguilar de Campos (Valladolid), donde se erige la ermita Virgen de las Fuentes (s. XVII) -lo único que queda del convento franciscano-, los vecinos se han organizado para mantenerla. Allí, la tesorera de la Cofradía Santísima Virgen de las Fuentes, María Victoria Blanco, está "siempre disponible para ir con quien sea a la ermita", comenta la presidenta de la Cofradía, María José Quintanilla, quien ha movilizado a todo el pueblo para limpiar y adecuar el templo con una "admirable respuesta". "Lo que queremos es que todo el mundo conozca y valore nuestro", asegura.

De un modo similar se organiza, en la localidad abulense de San Bartolomé de Pinares, un grupo de doce mujeres que se turna la llave de la ermita de Nuestra Señora de la Visitación (s.XVI). "Cada mes la tiene una de nosotras y en abril o agosto nos hacemos cargo de ella durante 15 días", ha explicado Ana López Martín, tesorera del patronato que, de forma altruista, limpia, toca las campanas y muestra el templo a las visitas. "Siempre nos hemos hecho cargo los vecinos del pueblo y, a medida que fallecen, nos damos el relevo", señala.

EL FUTURO, EN MANOS DEL MOVIMIENTO ASOCIATIVO

Pero en una Comunidad que ha perdido más de 2.700 jóvenes solamente por movilidad interautonómica en 2019 -según datos del Observatorio del Consejo de la Juventud-, se antoja cada vez más difícil encontrar a alguien que recoja el testigo. Por ello, el director general de Patrimonio de la Junta, Gumersindo Bueno, pone el foco en los movimientos asociativos, en cuyas manos ve el futuro del cuidado del patrimonio: "Debemos impulsar a sus protagonistas, a quienes las administraciones no pueden sustituir".

Una afirmación en la que también coincide el secretario de la Federación de Asociaciones por la Defensa del Patrimonio y presidente de Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio de Valladolid, Miguel Ángel García Velasco, que aboga por un voluntariado con pautas bien definidas: "Nuestro objetivo es establecer una serie de parámetros y dar una vuelta de tuerca a la figura de los custodios para evitar 'ecce homos'. La sociedad civil debe organizarse en torno a un símbolo de pertenencia y defender lo que es suyo".

En este sentido, como ejemplo paradigmático, se ha referido a los Amigos del Monasterio de la Armedilla, en Cogeces del Monte (Valladolid), que comenzó con seis socios y ya aglutina 130. "El voluntariado ha evolucionado desde vecinos altruistas a movimientos ciudadanos que trabajan para que se vea que los pueblos están vivos", afirma su presidenta, Consuelo Escribano.

La asociación logró además que el templo abandonase este año la Lista Roja de Patrimonio de Hispania Nostra, en la que Castilla y León aglutina el 30 por ciento de los monumentos en peligro. Al mismo tiempo, Hispania Nostra recoge un listado con cerca de 60 asociaciones en defensa del patrimonio en la Comunidad, como es el caso del movimiento para la recuperación del monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco (Burgos); Ciudadanos por la Defensa del Patrimonio de Salamanca o la Asociación para la Defensa del Paisaje 'El cigüeñal', en Zamora, entre otras.

Pero las raíces del movimiento asociativo en torno al patrimonio son más profundas y, en ocasiones, escapan a listados oficiales, como es el caso de la Asociación Cultural Balle de Scapa en León, que este año ha presentado la Ruta de los Retablos Platerescos o la Asociación Cultural de Villafuerte (Valladolid), cuyos miembros guardan las llaves del castillo del municipio (s. XV), propiedad de Amigos de los Castillos.

El siguiente eslabón de la cadena asociativa es el reconocimiento institucional, como el que ha logrado el proyecto de recuperación del barrio de bodegas subterráneas 'El Cotarro', de Moradillo de Roa (Burgos), también surgido de la inquietud de la sociedad civil.

Y es que, lejos de aletargarse ante la música de Orfeo, la figura del can Cerbero, si bien no ve garantizada su prevalencia como custodio, podría encontrar en el asociacionismo su luz al final del túnel.

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