Un año para cocinar un plato

  • Prestigiosos maestros del fogón de Alicante, Valencia y Murcia compitieron para ser el mejor del año.
  • Algunos hacen sofisticadas las recetas de la abuela.
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Juan Sánchez, cocinero de Dársena, concentrado mientras monta uno de los platos del concurso
Juan Sánchez, cocinero de Dársena, concentrado mientras monta uno de los platos del concurso
Rafa Molina
Juan Sánchez, cocinero de Dársena, concentrado mientras monta uno de los platos del concurso

Diez cocineros llegados de reputados restaurantes de Valencia, Alicante y Murcia compitieron ayer por convertirse en el mejor del país, en la semifinal del III Concurso Cocinero del Año.

En la inmensa cocina del Centro de Turismo de Alicante (Cdt) se congregaron ayer decenas de personas entre cocineros, pinches, camareros, jurados y periodistas, para conocer los secretos de estos maestros de los fogones.

Tras una sofisticada elaboración de cada plato, en muchas ocasiones ayudados de las más altas tecnologías culinarias, los participantes templan sus nervios y contienen la respiración para proceder al emplatado: la presentación es esencial y no puede fallar nada, por ello se toman su tiempo y cuidan los detalles... a pesar de las prisas de la organización.

Tres cocineros de la ciudad aspiraban a ganar esta semifinal: Sergio Giraldo (de Peix & Brases, en Dènia), Ladislao Comins (de Ca' Ladis, en el Casino de Alicante), y Juan Sánchez (Dársena).

El cocinero de Dársena, por ejemplo, se toma tan en serio su participación y se prepara tan a conciencia, que cada plato lo perfecciona durante un año entero y 15 días más (que intenta tomarse de vacaciones para atar cabos sueltos).

Este método le funciona, pues en 2005 ganó el premio de jóvenes cocineros de la Comunitat... y «alguna vez» le haría ilusión ir al campeonato del mundo. Ayer, no obstante, venció el murciano José Carlos Fuentes.

Como inspiración y guía, el alicantino Sánchez rebusca en el recetario tradicional, y redescubre platos «de la abuela» vistos desde el prisma «de la cocina moderna y la tecnología», comenta. Por ejemplo, las clásicas lentejas se convierten en marineras, con un detalle sorpresa (comestible) que recuerda las espinas del pescado.

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