El juicio al ex líder miliciano congoleño Thomas Lubanga fue el marco de la declaración de un niño soldado que describió ante la Corte Penal Internacional (CPI) como las tropas del acusado les "golpeaban hasta morir" y como las niñas eran violadas "nada más llegar" a los campos de entrenamiento.

El ex niño soldado, que dijo que en el momento de ser reclutado tendría "unos once años", declaró ayer martes por segunda vez, después de que en su primer intento la presencia de Lubanga en la Corte y el temor a ser acusado en la República Democrática de Congo (RDC) le indujeran a interrumpir su testimonio y a retractarse de sus primeras declaraciones ante los jueces.

Tras haber recibido asesoramiento legal y de que se le asegurara que su testimonio en La Haya no puede ser la base para un juicio en la RDC, el niño relató su historia de corrido.

Explicó que los hombres de Lubanga, pertenecientes a la Unión de Patriotas Congoleños (UPC), les "golpeaban delante de todos", dormían "a la intemperie", porque tenían que "proteger a los soldados (...)".

Y añadió: "Si estábamos enfermos, también nos pegaban, saltaban sobre nosotros, nos golpeaban con varas en la planta de los pies y cuando apenas teníamos fuerzas por los golpes, nos entregaban los uniformes", explicó el niño, que declaró con la voz y su imagen distorsionadas.

El testigo contó también que las tropas de Lubanga le reclutaron un día al regresar del colegio junto con un grupo de amigos.

"Os vamos a llevar para que seáis entrenados y podáis colaborar en la seguridad del país", relató el testigo con respecto a las palabras de los soldados.

"Si les replicábamos, nos golpeaban, con lo que tras andar unas dos horas de camino, llegamos al campo", especificó.

Según el joven, las niñas reclutadas eran "algunas mayores y otras menores" que él, "cumplían las mismas órdenes que los niños (...) pero las violaban nada más llegar y tenían que estar con los soldados mayores".

Sin que el público tuviera acceso a ningún dato de su biografía, el ex niño soldado se refirió reiteradamente en su relato a los maltratos que sufrían de manos de las tropas de la UPC: "Si perdíamos el arma, nos golpeaban, incluso dos o tres personas a la vez, (...); si no podíamos correr porque nos daban zapatos demasiado pequeños, también nos golpeaban; si queríamos escapar, nos golpeaban o disparaban".

"Yo mismo vi con mis propios ojos cómo algunos niños murieron por intentarlo (...), sufrimos demasiado", reflexionó.

La historia de este testigo sin nombre es dantesca. Según su declaración, recogida por El País, el muchacho narró un asalto a una misión del siguiente modo: "Matamos a todos, al sacerdote también". Su historial "militar" lo resumía del siguiente modo: "Matamos a muchos . No sé si lo hice con mi arma. Disparaba cuando me lo ordenaban. Cuando matabas, se hablaba de cortar cabezas o arrancar los ojos. Y obedecíamos".

El muchacho intentó escapar una vez de la milicia cuando se encontró con su padre. Lo logró e intentó retomar su vida pero, un día, de camino a la escuela, unos soldados le reconocieron. Le hicieron volver y le propinaron varias palizas. La segunda vez, su padre lo puso bajo la protección de Save the Children y hasta hoy.

Su futuro, como el de miles de sus compañeros, es incierto: "Me duelen la cabeza y el oído, por el arma. Y no tengo educación. "