Dudas sobre la vacuna contra la Covid-19: ¿cómo se ha conseguido acelerar su desarrollo y mantener la seguridad?

Imagen facilitada por la farmacéutica alemana BioNtech del suministro de una dosis de la vacuna contra la Covid-19.
Imagen facilitada por la farmacéutica alemana BioNtech del suministro de una dosis de la vacuna contra la Covid-19.
EFE / BIONTECH
Imagen facilitada por la farmacéutica alemana BioNtech del suministro de una dosis de la vacuna contra la Covid-19.

El último barómetro del CIS muestra que casi la mitad de los españoles (el 47%) no se vacunaría inmediatamente contra la Covid-19. Por otra parte, en las redes sociales, se difunden continuamente mensajes contrarios a la vacuna que señalan desde una cierta desconfianza por la ‘rapidez’ en su desarrollo hasta grandes teorías de la conspiración.

Matilde Cañelles, inmunóloga e investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), resuelve algunas dudas respecto a la vacuna contra el coronavirus, que el Gobierno prevé que llegue a España en enero de 2021 para grupos prioritarios y que se extienda su distribución durante el año.

El rápido desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 ha generado cierta desconfianza entre la población. ¿Cree que mucha gente rechazará vacunarse?

Yo creo que la gente que no se fía irá cambiando de opinión a medida que vea que las vacunas funcionan porque, si hay un dato que está muy claro en los ensayos clínicos, es el número de personas que se contagian. En estos ensayos, a la mitad les dan la vacuna y a la otra mitad les dan el placebo, y más del 90% de las personas que pasan la enfermedad son del grupo que no ha recibido la vacuna.

Si extrapolamos estos datos a la población, creo que la gente querrá vacunarse cuando vea que las personas vacunadas no contraen la enfermedad y, en cambio, quienes no lo están sí se van contagiando. Como las dosis van a ir llegando poco a poco, serán esos primeros datos los que conciencien a la ciudadanía. Además, va a haber una relativa escasez, lo que puede provocar lo contrario: que todos quieran vacunarse y no haya dosis suficientes.

Respecto a la rapidez, es cierto que ha generado inquietud, y es normal, pero es importante aclarar que las circunstancias son excepcionales. Necesitamos la vacuna lo antes posible porque más retraso son más muertes.

¿Qué se ha hecho diferente para conseguir esta rapidez?

En primer lugar, ha habido una gran colaboración internacional. Toda la información científica que se iba generando estaba en abierto y los investigadores la tenían de forma instantánea, lo que ha hecho que se avanzara mucho más rápido.

Por otra parte, se ha optimizado mucho el proceso. Los ensayos clínicos tienen tres fases. Algunos han combinado la fase 1 y la 2, lo que no significa que hayan vacunado a menos personas, simplemente las han combinado porque son muy parecidas.

En cuanto a la fase 3, todos la están haciendo como la tienen que hacer, pero también está siendo más rápida porque, en esta fase, se inocula la vacuna y el placebo a decenas de miles de personas, y luego hay que esperar a que un número determinado de ellas se contagie. Si esto se hace con una enfermedad que tiene baja incidencia, se tarda mucho en obtener resultados porque, hasta que se infecten las personas necesarias para realizar el estudio, puede pasar mucho tiempo.

Sin embargo, como ahora esta fase se ha realizado en medio de una segunda ola, acumular los contagios necesarios ha sido mucho más rápido. En este sentido, por poner un ejemplo, si se han infectado 200 personas del estudio y a 190 se les había dado el placebo, tenemos una eficacia de la vacuna inmensa.

Por último, ha habido interacción continua entre las empresas que están produciendo las vacunas y las agencias reguladoras. En lugar de hacer los ensayos clínicos, preparar toda la información y enviarla a estas agencias para que analicen y revisen todos los datos –lo que es muy lento-, ahora el flujo de información es constante. Las empresas mandaban la información y las agencias reguladoras hacían más preguntas. De esta manera, estos organismos tienen ahora toda la información que necesitan y sólo tienen que mirar el expediente y tomar la decisión, pero no tienen que empezar desde cero.

¿Y cómo funcionan estas vacunas?

A grandes rasgos, lo que todas tienen en común es que hacen creer al cuerpo que han pasado la infección para que éste genere la inmunidad que, luego, permita combatir al virus real. Para conseguir esto, con las vacunas tradicionales se introducía el virus entero, pero desnaturalizado. Así, no podía provocarte la enfermedad, pero el sistema inmune preparaba todas las defensas: los anticuerpos, las células B y las células T. El problema es que son mucho más lentas de desarrollar.

Las vacunas contra la Covid-19 que van ahora más adelantadas (como Pfizer-BioNTech y Moderna) innovan en que han encontrado la proteína que produce mucha más respuesta inmune. Así pues, te introducen una parte del ARN (el material genético del virus) para que el organismo produzca esta proteína, de manera que el cuerpo, al detectarla, responda y genere las defensas.

¿Qué riesgos o efectos secundarios puede tener este método?

A priori, no se ve ningún riesgo, aunque el tema de los efectos secundarios es una incógnita, ya que han dado poca información en las ruedas de prensa. Lo más común es dolor en el lugar en el que se pone la inyección, escalofríos y unas décimas de fiebre. Pero es verdad que se está dando poca información en detalle y los científicos pensamos que es un tema fundamental.

De todos modos, no hay que olvidar que, si juntamos las tres vacunas que van en primera línea (dos de ellas utilizan el método del ARNm), en fase 3 de ensayos clínicos han vacunado ya a unas 50.000 personas, así que, si hubiera algún efecto secundario grave, ya lo sabríamos. En cualquier caso, tendremos que esperar a que se publiquen los resultados para conocer más detalles. No olvidemos tampoco que nos estamos basando en ruedas de prensa.

Como está yendo todo tan rápido, no hemos visto artículos científicos con los ensayos clínicos, pero, por otra parte, se trata de una emergencia. Además, las agencias reguladoras lo miran todo con lupa, así que, las vacunas que aprueben, serán fiables. Para mí, el mayor riesgo es que no funcione, que se degrade el ARN, y que la gente crea que está protegida, pero no lo esté.

Se han extendido muchos bulos respecto a los posibles efectos adversos. ¿Le preocupan?

Me preocupan, sobre todo aquéllos en los que aparecen personas que se hacen pasar por expertos. He leído mensajes en redes sociales, sobre todo en Twitter, que a mí me dejan de piedra. Por ejemplo, que la vacuna nos va a convertir en transgénicos o que el ARN del virus se va a quedar en nuestro cuerpo.

En primer lugar, los transgénicos son algo complicadísimo de elaborar, no se consiguen mediante una inyección, y se hacen con ADN, no con ARN. Yo misma he trabajado en un laboratorio haciendo ratones transgénicos y era un proceso que me llevaba meses.

Por otra parte, el ARN se degrada con mucha facilidad, por eso es tan importante la congelación o las bajas temperaturas de algunas vacunas. ¿Cómo se va a quedar en nuestro cuerpo dando vueltas? Si precisamente lo que preocupa es eso, que se degrade rápidamente.

No es la primera vez que se extienden bulos sobre las vacunas...

No. Por ejemplo, la historia de que las vacunas producen autismo a los niños, lo que se ha desmentido. Hubo un caso en un colegio de Granada, en el Albaicín, en el que a los padres se les metió en la cabeza que las vacunas eran malas y dejaron de ponérselas a sus hijos. Pues bien, un juez tuvo que acabar obligándoles a vacunar a los niños porque empezaron a aparecer enfermedades que estaban erradicadas, como el sarampión, y se crearon focos.

Este caso se está recordando ahora que nos preguntamos qué hacer si la gente no quiere vacunarse. El problema es que, cuando estos bulos empiezan a difundirse, es muy difícil acabar con ellos, por eso me preocupan y veo tan importante desmontarlos.

Viendo este caso, ¿cree que la vacuna debería ser obligatoria?

Ésa es una discusión ética que ahora se lleva a cabo y no se sabe cómo se va a solucionar, dependería de los porcentajes. La vacunación es voluntaria, eso está claro, pero podrían verse medidas como que las personas que decidan no vacunarse no puedan entrar a algún sitio.

Es una gran irresponsabilidad que, por ejemplo, una persona joven que sabe que va a pasar la enfermedad sin enterarse decida que no se vacuna porque a él no le va a pasar nada. No sabe a quién va a contagiar. La segunda ola empezó con contagios entre gente joven, pero ahora es la gente más mayor quien está en la UCI.

¿Cuánto dura la inmunidad de quien pasa la enfermedad “sin enterarse”?

Como el virus es nuevo, no sabemos con certeza cuánto dura la inmunidad. Lo que está muy claro es que las personas que pasan la enfermedad con gravedad están más protegidas y por más tiempo. En cambio, los anticuerpos de quienes tienen síntomas leves declinan muy rápido.

En cuanto a la inmunidad que producirá la vacuna, es pronto para saber su duración, pero todo apunta a que podría durar un año.

Entonces, ¿tendremos que vacunarnos cada año?

Si finalmente este es el caso, sí, la vacuna debería ser anual.

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