Vivir del cine... sin verlo

  • Los relaciones públicas son la herramienta invisible que conecta a la prensa con los protagonistas del festival.
  • El canadiense Stephen Lan empezó a trabajar por su cuenta hace nueve años en su propia empresa: "No he pisado mi casa desde noviembre".
Stephen Lan (a la derecha), junto a su maleta.
Stephen Lan (a la derecha), junto a su maleta.
LAN
Stephen Lan (a la derecha), junto a su maleta.
Detrás de la cara visible de un festival tan grande como Berlín se esconde una gran maquinaria encargada de conectar a la prensa con los invitados. Son agencias de relaciones públicas, compañías que representan a una o varias cintas que se proyectan durante el certamen y que dan a conocer su producto, tanto a través de comunicados como facilitando las entrevistas.
Pasa por nuestra oficina, tómate algo, desconecta
Estas agencias suelen ser grandes compañías. Serias, eficientes. Clásicas. Pero el protagonista de la historia de hoy,
Stephen Lan, es un caso aparte. Lo demuestra su carta de presentación, vía mail, antes del festival: "Pasa por nuestra oficina, tómate algo y desconecta por un momento del festival". Y lo dice en serio, como se puede comprobar dando un rodeo hasta su oficina.

Lan se encarga de promocionar ocho películas durante la Berlinale, incluidas dos a competición. Un trabajo que lleva a cabo con un equipo de cuatro personas, para que los calendarios se cumplan a rajatabla. Pero antes de vivir una vida digna de un realizador de cine, Lan tuvo que encontrar su propio camino.

Licenciado en matemáticas tuvo un trabajo temprano que le permitía grandes temporadas de descanso, tiempo que aprovechó para buscar una ocupación adicional. Fue así como surgió la oportunidad de escribir en el periódico de la Universidad de Toronto. No se lo pensó dos veces: "Me gustaba mucho el cine y quería escribir sobre ello. Les gustó mi trabajo y empecé a colaborar con ellos semanalmente".

El festival de Toronto le abrió las puertas

Su gran oportunidad llegó en el festival de Toronto hace nueve años, el que más películas proyecta en todo el planeta (más incluso que Cannes).

"El festival necesitaba a alguien que supiera escribir, que le gustara el cine, que hablara francés y que tuviera dos semanas libres para trabajar de enlace con la prensa. Cumplía todos los requisitos, así que me encargué de todas las películas canadienses del festival".

A través de los contactos que hizo en Toronto, le surgió la posibilidad de hacer lo mismo en el Festival de Cannes. "Estaba asustadísimo pero me fue muy bien. Después también estuve en Berlín, en Sundance...", explica en su oficina, enfrente del Berlinale Palast.

El resto del año, el poco tiempo que tiene libre, lo pasa en casa, preparando las próximas citas: "Uso mucho el correo, trabajo desde casa, en Toronto, y sólo en los festivales contrato a gente".

La paradoja de este amante del cine es acudir a los grandes festivales año tras año y no ser capaz de ver casi ninguna película. "Tengo tanto trabajo que sólo puedo escaparme los últimos días. Es entonces cuando pregunto a gente de confianza por las mejores películas para poder verlas", admite.

En pleno inicio de festival Lan se encuentra rodeado de citas, correos electrónicos y entrevistas. Poco tiempo para el cine. Hasta que acabe la semana que viene no pisará una sala de cine, aunque tendrá la ventaja de saber exactamente qué merece la pena ver.

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