Y, de repente, nos cambió la vida

Un grupo de sanitarios aplauden a las ocho de la tarde frente al hospital.
Un grupo de sanitarios aplauden a las ocho de la tarde frente al hospital.
JORGE PARÍS
Un grupo de sanitarios aplauden a las ocho de la tarde frente al hospital.

Costaba imaginar allá por diciembre, a unos minutos de que la Pedroche diera las campanadas, lo que estaba por venir. Algo se oía en China, en un mercado de Wuhan, pero qué lejos quedaba... En Europa, mientras tanto, ni atisbo de preocupación. Era día 31 y la cabeza estaba en las uvas, el champán y los nuevos propósitos. Entonces no lo sabíamos, pero los abrazos de esa noche serían, para muchos, los últimos. Cinco, cuatro, tres, dos, uno... "¡Feliz 2020!". Qué paradoja, ¿no?

Solo dos meses y medio separan ese momento del 14 de marzo, cuando la vida en España frenó en seco. Lo que hasta entonces había sido un susurro lejano dio paso al estruendo. De repente el coronavirus dejó de ser una amenaza china para convertirse en amenaza mundial. Los colegios echaron el cierre y tras ellos todo lo demás: bares, empresas, transportes... El virus vació calles, arrasó supermercados y desbordó hospitales. El confinamiento tenía que ser total.

La emblemática Gran Vía madrileña luce vacía por la cuarentena del coronavirus.
La emblemática Gran Vía madrileña luce vacía por la cuarentena del coronavirus.
Jorge París

Sumidos en ese trajín, sin apenas mascarillas ni papel higiénico, iban pasando los días desde la soledad de la casa y el balcón. Uno, otro y otro y otro... siempre entre la incertidumbre y el miedo.

Marina, enfermera, me contó en marzo que le tenía mucho respeto a la Covid, pero siguió yendo a trabajar casi sin material. Silvia, también enfermera, temía llevar el virus a casa y Ainara, abrazar: "De repente tu compañera con la que te abrazaste ayer porque no podías más da positivo. Ahí te cuestionas todo". El único respiro les llegaba cuando el reloj marcaba las ocho, con el sonido de unos aplausos que mandaban ánimos y gratitud: "Es muy emocionante escucharlos. Ayuda a ir a trabajar".

Aplausos en los balcones.
Aplausos en los balcones.
JORGE PARÍS

Pero no solo los sanitarios en primera línea de virus, con guardias eternas y una exposición total, sintieron el pánico. Marisa, limpiadora, tuvo miedo al ERTE; Vicente, empresario con 168 nóminas a cargo, a cerrar el negocio; y Carlos, conductor de VTC, al despido: "¿Cuánto podemos aguantar?". El miedo de Natalia fue diferente: vivió pegada al teléfono durante semanas por si el virus ganaba la batalla a su madre, ingresada con neumonía bilateral. Y a Cristina le aterraba no decir adiós a su abuela. Finalmente, pudo, pero Belén no. Luis no. Tamara no. Es posible que tú no.

Varios ciudadanos hacen cola para conseguir una ayuda en Madrid.
Varios ciudadanos hacen cola para conseguir una ayuda en Madrid.
JORGE PARÍS

Antes o después todos hemos sentido alguno de esos miedos. A perder la casa, el trabajo o la vida. A perder, en general. A que un ser querido fuera uno más. A mí me llegó el 17 de abril, la primera vez que crucé la frontera del lugar más castigado por la pandemia, una UCI Covid. Allí dentro, donde cada segundo cuenta y cada pitido encoge oído y corazón, vi cómo decenas de personas se aferraban a la vida con uñas y dientes. Detrás de cada cifra había un nombre, una familia, unos ojos que luchaban por no apagarse.

Control de constantes y posición decúbito prono de un paciente en la UCI.
Control de constantes y posición decúbito prono de un paciente en la UCI.
Jorge París

Al salir, pensé que no tendría que volver, que la pesadilla con nombre de virus llegaría más pronto que tarde a su fin, pero me equivoqué. En octubre, seis meses después del primer reportaje que publiqué en la UCI, volví, porque la pandemia no había acabado. No ha acabado. "Lo peor no ha pasado, eso viene ahora", explicaron los profesionales entre el cansancio y la indignación. Era la misma UCI que visité en abril, pero las historias que contaba eran otras. Los nombres, también. Que vienen meses duros es evidente, pero cada día que pasa nos acerca más al final. Uno, otro y otro y otro... Un día más es un día menos, un día menos para que acabe y volvamos a abrazar sin mascarilla. A abrazar de verdad.

Aplausos a los sanitarios en Madrid, el 17 de mayo de 2020.
Aplausos a los sanitarios en Madrid, el 17 de mayo de 2020.
JORGE PARÍS
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