La aprobación de José Saramago fue una de las cuestiones más difíciles a las que se enfrentó Fernando Meirelles (São Paulo, 1955) para rodar A ciegas. El Nobel de Literatura no quiso dar ninguna indicación al cineasta para no influir en el resultado final. Durante un pase privado en Lisboa, a pesar de haber permanecido aparentemente impasible, Saramago esperó a los créditos para decirle a Meirelles entre lágrimas que se sentía «tan feliz» como cuando acabó su novela. «Fue una liberación para mí», confiesa el brasileño. El hijo de Meirelles captó este momento mágico, que se puede ver en YouTube.

¿Tomó decisiones temiendo la reacción de Saramago?

No pensaba en ello todo el tiempo, pero sí que tenía la inquietud de saber si le gustaría lo que estaba rodando.

¿Cuál es su sello personal en la historia?

Deseaba que me ayudara, y él no quiso influir en mi visión del libro. Al principio me entristeció, pero ahora lo agradezco. El argumento es suyo, pero hay material mío, sobre todo en las escenas en las que no hay diálogos o algunas que en el libro se insinúan, como la violación, pero no se llegan a describir.

A ciegas muestra cómo, frente al problema de una minoría, la sociedad prefiere prevenir a enfrentarse a ello y solucionarlo. ¿No es una práctica demasiado común hoy en día?

No. Es una reacción natural frente a una epidemia. Nadie sabe lo que pasa y por eso los aíslan. El encierro recuerda a casos del SARS en Canadá y China en los últimos años, en los que se establecieron cuarentenas porque nadie sabía a qué se enfrentaba.

También habla de lo fácil que es sembrar el caos. ¿Cree que en situaciones límite sale a la luz lo peor del ser humano?

Es una visión muy realista, somos animales muy primarios y eso se ve en A ciegas. El pasado diciembre sufrimos inundaciones en Brasil y la gente tuvo que refugiarse en pabellones donde se dieron los mismos problemas. Cuando pasamos por dificultades, las afrontamos de esta manera. No deja de ser muy humano

Tiene una visión muy pesimista de nuestra especie.

Sí, pero en la película no se percibe un pesimismo al cien por cien. Los protagonistas pierden la humanidad, pero a través del amor la recuperan y crean una familia.

Llama la atención el uso constante de tonos blancos en la película, ¿por qué utiliza este recurso?

La historia del libro habla de una «ceguera blanca», diferente a la habitual, que se describe como negra. Por eso creamos esta atmósfera tan brillante. También quise quitarle importancia a la imagen; hay muchos planos desenfocados, con encuadres incorrectos... No quería que las imágenes fueran explícitas.

Para que los actores se familiarizaran con la ceguera, organizó sesiones en las que trabajaron vendados durante varias horas. Usted mismo participó. ¿Cómo lo vivió?

Muy cómodo. Antes de hacer yo mismo las pruebas, observé a algunos grupos y sólo hubo una o dos personas que se deprimieron. A mí me gustó mucho y hubiese seguido más rato con la venda puesta. Era muy agradable.

¿Cómo percibió la realidad?

A la media hora, los sonidos y los olores son mucho más fuertes. Al no ver el exterior, eres capaz de ver dentro de ti, tus sentimientos son muy intensos. Cada pensamiento es una experiencia. Es como si meditaras. Se lo recomiendo a todo el mundo, cada domingo por la mañana deberían probarlo durante un rato.

Una asociación de invidentes de EE UU le ha acusado de criminalizar a los ciegos. ¿No cometen el mismo error que se denuncia en A ciegas?

Hace dos años exigieron ver el guión para dar su visto bueno. No hicimos caso a su petición, y por eso han hecho esta campaña. No han entendido el mensaje de la película en absoluto. A ciegas habla sobre la naturaleza humana, la ceguera es una excusa para desarrollar el tema. Insisten en que criminalizamos a los ciegos, pero el mensaje de la película es otro.