Quintana, el cocinero comensal

  • Aficionado al fútbol y amante de los fogones, Anxo Quintana aspira a cambiar la vicepresidencia por la presidencia.
  • El nacionalista celebrará su 50 cumpleaños en plena vorágine de la campaña electoral.
Anxo Quintana
Anxo Quintana
Anxo Quintana

Anxo Quintana llegará al medio siglo en pleno miércoles de ceniza, cierre de una de las fiestas más tradicionales de su pueblo, Allariz (Ourense), adonde quizás pueda acercarse para asistir a la quema del Meco. Algo poco probable a tres días del cierre de su segunda campaña como candidato del BNG a presidente de la Xunta. El actual vicepresidente del Gobierno gallego en funciones, Anxo Manuel Quintana González, nació el 25 de febrero de 1959 y, aunque luce título de enfermero (incluso trabajó en un hospital), su verdadera profesión es la política. Dio su primer mitin a los 18 años. Lo hizo delante de unos agricultores ourensanos y asegura que les soltó un discurso memorizado que aún recuerda hoy. Fue su solución a los nervios y la timidez, dos escollos en política que superó subiéndose a un escenario para hacer sus pinitos como actor.

Sin embargo, ni las tablas ni las tiritas entran ya dentro de su agenda. El tiempo libre que le deja el trabajo lo dedica a la familia, la cocina y el fútbol. Sus tres pasiones. Tras un primer matrimonio fallido, actualmente vive con Cristina Cid, concejala nacionalista en Allariz, con la que hace dos años tuvo gemelos, Lía y Xabier. Y como a ella "no le gusta nada cocinar", pues es él el que se pone a los fogones, cuando puede, claro. Arroces, caza y pescados al horno son sus especialidades. Y en cuanto al fútbol, su papel ya sólo es de espectador. Fan del Celta declarado, en su juventud se jugaba el balón como delantero centro e incluso tuvo alguna que otra oferta para dedicarse a ello más en serio.

Pero no. Ni el campo ni la cocina ni el hospital. Su escenario es la arena política. Algo que, como su maña gastronómica, le viene de familia. No en vano sus abuelos fueron alcaldes de Allariz, al igual que él, que estuvo de regidor de su pueblo natal entre 1990 y 2000. Primero pasó por el sindicalismo agrario nacionalista (en los 70) y participó en la formación del Bloque Nacionalista Galego (1982). Un año después ya era concejal en la localidad ourensana y cuando dejó la política municipal se fue a Madrid para convertirse en el primer senador nacionalista gallego desde la Transición. Pero la distancia no le impidió ir escalando posiciones en la ejecutiva del BNG hasta suceder a Xosé Manuel Beiras en 2003 como líder de la formación política. Tras su primera campaña presidencial en 2005, la alianza con el PSdG le condujo a la Xunta.

Con más de 30 años de política a sus espaldas y una concepción del nacionalismo como "un acto de rebeldía intelectual contra el uniformismo y la monotonía", en sus cuatro años en el Gobierno gallego no sólo ha desarrollado diversos proyectos sociales (crear galescolas o dar un ‘salario da liberdade' a las mujeres víctimas de la violencia de género, por ejemplo), sino que ha trabajado para eliminar las reservas que algunos gallegos puedan tener hacia los nacionalistas. Y lo ha hecho al más puro estilo fraguista, de comida en comida. Aunque enfrentado ideológicamente con el fundador del Partido Popular, Quintana, al igual que Manuel Fraga, no ha dudado en promover populares encuentros con los mayores para demostrar que los de izquierdas no son ninguna amenaza, sino unos buenos compañeros de mesa.

Serán las urnas las que demuestren si ha conseguido romper con los prejuicios y convencer con sus acciones. Y no sólo a los votantes de a pie, sino a sus propios compañeros del BNG, una formación integrada por agrupaciones de distintos estilos y prioridades. Nadar entre corrientes y además gobernar con otro partido es la tarea que le ha tocado estos cuatro últimos años y que le ha deparado numerosas críticas. Ahora, en plena campaña, tiene al más mítico bloqueiro, Beiras, liderando un sector crítico que cuestiona la gestión de Quintana (por quedarse corta) y a la UPG, la formación más fuerte del Bloque, intentando copar las listas electorales para mantener el control sobre un posible nuevo gobierno con los nacionalistas en el poder.

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