Sopa minestrone, lentejas estofadas o paella marinera, de primero. Lasaña, bacalao a la vizcaína o calamares fritos, de segundo. Y de postre, flan, pera en almíbar o arroz con leche. No, no es el menú de un restaurante. Son algunos de los platos que pueden comer los pacientes del hospital de La Princesa. Eso sí, el café, la copa y el puro, están prohibidos.

"Todavía algún paciente despistado nos pregunta: ‘¡Ah! ¿Pero que aquí se puede elegir el menú?'", cuenta Ana López, la dietista que se encarga de hacer los menús del hospital. Claro que se puede: en La Princesa cada día se preparan 72 distintos para dar de comer a casi 500 pacientes que suele haber ingresados.

Además de los platos hechos ex profeso para pruebas médicas (las que no dejan residuos en el colon, dietas astringentes...) hay comidas sin gluten, bajas en grasa y vegetarianas, entre otras. Incluso, por el aumento de inmigrantes, hace unos años incluyeron un menú para musulmanes (sin cerdo).

"Comida casera"

"Todos los menús tienen su recetario y con unas cantidades calculadas. Es parte de la terapia que recibe el paciente y por eso, la creatividad del chef queda fuera", explica el endocrino Antonio Mancha. Pero eso no significa que no se cocine con esmero. "La comida la hacemos aquí todos los días, es totalmente casera", cuenta Mancha.

Un viernes a mediodía, por ejemplo, uno de los cocineros, Enrique, vigila una olla de tamaño industrial en la que prepara a fuego lento un consomé con gallina y zanahorias: "Es como el de casa, pero más suave".

Un miniejército de 20 pinches de cocina se encarga de que cada paciente reciba lo que ha pedido: van colocando los platos en las bandejas siguiendo lo que indica una nota con el código de menú y el número de habitación. En diez minutos, el paciente lo tendrá en su cuarto.

"A veces llega a la cocina una notita de algún paciente felicitando al chef", cuenta López. Para los que pasaron la Nochevieja en el hospital, hubo cordero, turrón, sidra y postre especial.