Francisco, que ahora cuenta con 78 años, comenzó a trabajar en el duro oficio de carbonero en 1963, debido a que no ganaba lo suficiente con su empleo de minero en La Camocha. Eran otros tiempos: entonces el saco costaba apenas dos pesetas y mucha más gente dependía del suministro de este combustible.
Hoy las cosas han cambiado sensiblemente. Un saco lleno cuesta entre 12 y 13 euros y el carbón ya no se trae de la Mina La Camocha, sino que viene de Polonia. Los que se dedican a este oficio ahora «se pueden contar con los dedos de una mano», comenta. Su hijo Marcelino, de 42 años, es quien le ayuda a diario a cargar los sacos. Cada uno pesa unos 14 kilogramos.
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