Las rosas son una de las flores más comunes y conocidas y una forma de darle al jardín colorido y vitalidad. Sin embargo, requieren una serie de cuidados específicos, sobre todo, encaminados a que florezcan y crezcan sanas y fuertes.
Para ello, es fundamental tener en cuenta un abono que les aporte todos los nutrientes necesarios, ya que estas plantas pueden presentar ciertas carencias de minerales como, por ejemplo, nitrógeno, fósforo o potasio, así como el hierro y el magnesio.
En primer lugar, el abono se puede incorporar a finales de los meses de frío, es decir, después de la poda tras el invierno, añadiendo una capa de abono orgánico sobre el sustrato de los rosales. Este tipo de abono es muy importante y hay que añadir, más o menos, un kilo por metro cuadrado, según las webs especializadas de Agromática y Guía de Jardín.
Este abonado después de la poda va a ayudar a reforzar y fortalecer el crecimiento de las nuevas ramas tras el invierno y, además, hay que tener en cuenta el acolchado del suelo, ya que debe drenar efectivamente para evitar exceso de agua en los rosales.
Ya durante la primavera, cuando los rosales comienzan a crecer y a echar nuevas hojas, es el momento de añadir un abono químico recomendado para plantas con flores, aunque también los hay específicos para rosales. En esta etapa, el abonado debe ser regular, una vez cada quince días y, con la llegada del verano, se debe reducir su aplicación a la mitad.
Ya en otoño, cuando descienden las temperaturas ligeramente, las plantas vuelven a crecer y florecer, por lo que hay que abonar con la misma frecuencia que en primavera y, finalmente, en invierno, ya no es necesario esta dosis de nutrientes, por lo que hay que dejar de abonar y volver a comenzar el proceso tras los meses de mayor frío.
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