Empezar siendo fan de Buenafuente y acabar "cogiéndole tirria", el duro trabajo de un guionista de programas de humor

  • El sindicato de guionistas ALMA organizó una charla en la que se reveló cómo se piensan y acuerdan los chistes en TV. 
Buenafuente y Broncano, en sus respectivos programas.
Buenafuente y Broncano, en sus respectivos programas.
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Buenafuente y Broncano, en sus respectivos programas.

Todos los programas de televisión tienen guion. Es inherente al medio y necesario, pues todo programa ha de tener una escaleta y una previsión de tiempos, hechos, contenidos... a partir de ahí, cuánto se siga el guion y cuando se ignore es otra cosa. 

Es lo que suele pasar en los programas de entretenimiento, sobre todo si son humorísticos, donde la improvisación tiene el carril más ancho. Esta semana varios guionistas de televisión se reunieron en una de las charlas que periódicamente convoca el sindicato de guionistas de España ALMA

Escribir guiones de programas de televisión en tiempos de pandemia era el título de la conversación, con Diana Aller (Maestros de la Costura / La Última Cena), Pablo González Batista (Cachitos de hierro y cromo), Luis Álvaro (Caramelo), Carlos Langa (De Tal Palo / El Cielo Puede Esperar) y Luis Fabra (La Resistencia).

Ser guionista no es fácil.  "Hay que ser todoterreno, adaptarse a todo, y si lo hace en su día a día podrá hacerlo en el mundo profesional, hay que ser dúctil y tener cultura líquida", explica Diana Aller. 

"Hacer un guión es un trabajo de secretariado, convertir una escaleta en contenido", explica. Y es un trabajo a veces ingrato. "Los aplausos siempre son para el casting y el montaje, pero nunca para el guionista. Es un trabajo en el que allanas el terreno para que otro se lleve el mérito".

Ella hace ver que todos los formatos tienen guion, incluido Sálvame, donde trabajó. "El día que entré en Sálvame flipé, no entendía nada", rememora, pero "es un programa que tiene guion, aunque a la gente no le entre en la cabeza".

Su compañero Carlos Langa asegura que "un buen guionista de programas debe saber trabajar en equipo y tener humildad. Se trabaja con mucha gente, participas, pero el producto no es tuyo, hay mucha gente que opina, hay que bajarse el ego". Y eso es clave. 

Luis Álvaro, cómico y monologuista. Subdirector de Caramelo, explica el porqué: un guionista debe ser "disciplinado". "En Buenafuente aguanté ocho meses porque no era capaz de hacer eso", confiesa. "Acostumbrado a escribir para uno mismo negociar un chiste era muy duro", dice, porque si un guionista escribe algo gracioso pero a su jefe no le gusta, no sale en antena.

"Ser guionista de humor es muy escatológico, una cosa es graciosa para tí y lo ves muy claro. Acabas cogiendo tirria a tu jefe. Empecé siendo fan de Buenafuente y acabé cogiéndole tirria", dice no sin humor.

"Escribimos para gente que son graciosos oficiales, pero te das cuenta de que esa gracia está consensuada, ni son tan graciosos, ni tan oficiales. A la gente le dices que alguien es gracioso durante años y la gente acaba creyéndolo", expone. 

Luis Fabra explica que lejos de ser una anécdota, esto es lo normal en un programa. "Un compañero estuvo en Buenafuente una semana entera sin decir nada que fuera válido y un compañero le explicó que para eso eran ocho guionistas, para que si uno fallaba una semana, hubiera otros que lo salvaran, que para eso eran un equipo".

Pablo González incide en eso: "Hay que tener capacidad para adaptarse al recipiente, capacidad para saber que las ideas que a ti te parecen brillantes, un chiste o una historia, puede que no se lo parezcan a todo el mundo y que puede que lo que has escrito no esté en el producto final". 

Él explica cómo es la relación del guionista con el o la presentadora, que a menudo dan la cara y ponen voz a esos chistes o frases que ellos escriben. 

"Los guionistas tejemos la red de un trapecista, cuanto más tensa está, menos posibilidades hay de que el malabarista caiga muy abajo. Al equilibrista, que es el presentador y al que pagan mejor que tú, tiene que pasar por el alambre y tiene que hacerlo bien y si hace una filigrana, pues genial". 

Y si la cosa va mal... "el guion está siempre para sostenerle, para que nunca baje de ahí". Aunque a veces, hasta eso falla: "hay veces que no sabes cómo lo ha hecho el tipo, pero cae debajo de la red y eso te produce enfado. También pasa a veces al revés, que tú no estabas muy brillante y resulta que el presentador mejora el chiste".

A veces es demasiado duro. Fabra pone otro ejemplo de un guionista conocido suyo. "Él defendía mucho sus chistes y acabaron despidiéndole, porque un jefe no quiere discutir". Y eso te lleva a ser "un mercenario". "Había compañeros que resistían cinco 'dame otro', te tiran chistes sin saber siquiera por qué. Y eso es agotador, es un agua que golpea la roca, que desgasta", expone. 

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