El skweee llega de países nórdicos para reinventar la electrónica

Sku, ski, ¿skui... qué? Perdona, pero ¿de qué hablas? Seguro que no adivinas qué significa este nombre con pinta de bebida refrescante en botella de plástico. Si te digo que el skweee es un nuevo género de electrónica surgido en el norte de Europa, ¿te lo crees?
El grupo The Munchies, skweeeros de primera hornada.
El grupo The Munchies, skweeeros de primera hornada.
Vilhelm Sjöstrom
El grupo The Munchies, skweeeros de primera hornada.

Pues así es: como lo oyes. Un ruido que surgió «entre Helsinki y Estocolmo en el frío verano de 2004», según Frans Carlqvist, aka Pavan, padre reconocido del skweee y capo del sello sueco Flogsta Dancehall, nombre clave para aproximarse al género.

La otra discográfica de referencia es Harmönia , una iniciativa de unos cuantos productores que decidieron inspirarse en Pavan para desarrollar su propio producto con sede en Finlandia. Entre ambos se reparten el pastel principal de la discontinua línea del skweee.

Pero, ¿a qué suena esto?

Nada de folk quebradizo, pop raro o guitarras afiladas. Esto, señoras y señores, es pura electrónica, «la mezcla de funk sintético-maniaco y R&B retrasado», según Pavan, o «la combinación de sintetizadores Lo-Fi y líneas de bajo con funk, hip-hop, R&B o soul, parecido a la música de John Carpenter o al minimal funk del grime», según Mesak (cofundador de Harmönia). La mezcla definitiva, electrónica llena de ruidismos y sintetizadores con alegría y, además, bastante aptitud para la pista de baile.

A pesar de todo, ¿estamos en condiciones de afirmar que es un nuevo género? «Es tan nuevo como el mambo. De hecho, creo que es el nuevo mambo, lento, rasposo e instrumental», argumenta Pavan. La visión de Mesak es un tanto más romántica: «Estilos parecidos han existido desde el principio de los sintetizadores; el skweee es el eslabón perdido entre ellos».

Y la diferencia entre el skweee y lo demás es... «Ehhh, ¿el beat? -apunta Pavan-. Hay que trabajar un poco para ser un amante del skweee». Así que vale igual para un roto que para un descosido: hacer levantar unas palmas en la pista de baile, oficiar de banda sonora o ser abducido por unos extraterrestres, lo mismo da.

De la cuna a la conquista del mundo

Por lo pronto, sus practicantes andan obsesionados con desarrollar un estilo propio para darle colorido y eclecticismo a su vástago, nacido principalmente en vinilo (aunque se puede encontrar algún recopilatorio en CD y algún mp3).

Casi cinco años más tarde de su nacimiento, la temprana fase de desarrollo del skweee empieza a dar frutos: ya se conocen experimentos skweeeros en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Francia. Precisamente, en este último país y en Noruega, están a punto de nacer otros dos sellos dedicados al género, y la gente de Harmönia va a embarcarse en una gira por Rusia.

En España, lo justo: apariciones de Pavan por Madrid y Barcelona y, recientemente, el desembarco de Mesak en Zaragoza, con bastante buena aceptación. «La gente que escucha skweee en directo se vuelve loca», cuenta Mesak.

Por estas tierras también se puede oír en alguna sesión: valga como ejemplo DJ Uve, responsable de la visita de Pavan a Madrid y difusor del género desde la cabina: «Ahora lo pongo en todas las sesiones. Se mezcla perfecto entre el funk ochentero, el hip-hop y las electrónicas dubsteperas. Siempre viene alguien a la cabina a preguntar qué es eso».

Viva la madre que parió al skweee y a todo lo que hoy en día huela a fresco.

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