Las fiestas navideñas en Palestina son vigiladas a 400 metros bajo nivel del mar

  • Hassan Saleh, alcalde de Jericó: "No se trata de destruir el Estado de Israel, le deseamos lo mejor al pueblo judío".
  • El padre Feras: "Celebramos la Navidad como en cualquier otro lugar".
  • La ciudad recibe al visitante con una impactante estampa, la de unas casas agujereadas por el sello inconfundible de las armas de fuego.
Dos jóvenes palestinas observan una pintada al salir de clase en la ciudad de Jericó (J.M. MARTÍN).
Dos jóvenes palestinas observan una pintada al salir de clase en la ciudad de Jericó (J.M. MARTÍN).
J.M. MARTÍN
Dos jóvenes palestinas observan una pintada al salir de clase en la ciudad de Jericó (J.M. MARTÍN).

Jericó es una más de las ciudades palestinas enclavadas en medio del desierto, muy cerca del Mar Muerto y también de la frontera con la vecina Jordania. Llegar allí, sin embargo, como sucede por toda Palestina, no es tarea fácil debido a los férreos puestos de control que establece Israel a lo largo de todo el territorio.

Los denominados internacionalmente ‘check-points’ son, de hecho, el máximo punto de incertidumbre a la hora de ponerse en camino hacia cualquier lugar de la geografía palestina, puntos en los que las armas automáticas que irrumpen dentro de un autobús imponen su ley en medio de un inquietante silencio.

Vía Jerusalén, y dejando atrás el denominado muro de la vergüenza y los fríos asentamientos (construcciones israelíes en zonas ocupadas), descender hasta los 400 metros bajo el nivel del mar en los que se encuentra la ciudad –la zona más baja habitada del planeta- es una cálida experiencia teñida por el color rojizo de un paisaje idílico en el que se asientan numerosos poblados beduinos, los moradores del desierto.

La más antigua del mundo

Los oídos dejan de acusar los efectos de la presión al contemplar a la que dicen, es la ciudad más antigua del mundo que hoy día sigue poblada. Y es que los 20.000 habitantes con los que cuenta Jericó celebran en estas fechas los 10.000 años de existencia de la tierra más fértil de Palestina, la misma que abastece a todo el territorio de fruta y verdura que también pinta sus calles de colores exóticos.

Se trata de acabar con la ocupación y de establecer una frontera que sea respetada”.

Jericó recibe al visitante con una impactante estampa, la de un grupo de casas agujereadas, prácticamente destruidas por el sello de las armas de fuego. Pese a ello, la directora del Colegio de Enseñanza Básica de Jericó, con más de 700 alumnas, nos asegura que “al estar lejos del muro, ésta es una zona tranquila actualmente, aunque tenemos el problema del check-point que controla el acceso a la entrada de la ciudad”.

En el mismo colegio, el alcalde de Jericó, Hassan Saleh, aborda en su reunión con la plataforma de Mujeres Artistas por la paz en Oriente Medio el problema de Israel y Palestina durante su encuentro con la plataforma de Mujeres Artistas: “No se trata de destruir el Estado de Israel, le deseamos lo mejor al pueblo judío, se trata de acabar con la ocupación y de establecer una frontera entre ambos que sea respetada”.

Cristianos y musulmanes, ejemplo en Navidad

Se inauguraba el encendido del árbol de Navidad en la ciudad, de gran mayoría musulmana. Pero en Jericó “no hay problemas” por diferencias religiosas. Al menos, eso dice el padre Feras, párroco y director de un colegio en el que comparten aulas 30 niños católicos con 400 musulmanes. Corpulento y muy afable,el padre Feras comenta que sólo “hay 250 católicos en la ciudad”, lo que supone poco más del 1% de la población. “Aquí la Navidad se celebra como en cualquier otro lugar: los católicos, a nuestra manera. Para los musulmanes se trata de una fiesta, y a todos nos gusta la fiesta”, comenta esbozando una sonrisa mientras espera la

llegada de la ministra palestina de Turismo, de
Al-Fatah que, nada más hacer acto de presencia dio las “gracias por asistir al evento a la delegación española”, formada por artistas, políticos, ONG’s, periodistas... El árbol de Navidad tomó entonces el pertinente protagonismo para poner la nota de color y también de una luz que bien pudiera ser la de la esperanza por resolver un conflicto que dura ya varios siglos.
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