En 1910 una humilde vecina de Castilleja de la Cuesta patentó una fórmula casera para convertirla en un éxito. Harina, azúcar, aceite de oliva, ajonjolí y matalauva. Así nacía la torta de aceite de Inés Rosales.

Hoy, casi 100 años después, un ex marino mercante de Chiclana reconvertido en empresario repostero conserva tanto su fórmula secreta como su elaboración artesanal. Él es Juan Moreno, de 63 años, la tercera generación que dirige una de las firmas con más solera de Sevilla. Por eso, Inés Rosales S.L. recibirá mañana el premio de la Asociación de Empresarios del Aljarafe a la mejor empresa de 2008.

Juan y su hija mantienen vivo el proyecto de aquella arriesgada mujer. Su sueño: «que mis nietos continúen también con la marca». En aquella primitiva fábrica las manos de las «labradoras» amasaban sobre lebrillos de barro y extendían la masa sobre las latas que antes habían servido para el pan. Quién les iba a decir que aquella torta se vendería hoy en comercios emblemáticos como el famoso Harrods de Londres.

En Canadá se toma con whisky

También, en Australia, en Estados Unidos, «donde se la comen con queso», o en Canadá: «donde la toman con whisky». Su exportación representa ya el 16% de las ventas pero el reto ahora es llevar la torta hasta Oriente. «Japón y China están interesados en comprar nuestros productos».

Como antaño, aquí el 85% de la plantilla son mujeres. En la nave de amasado, el ritmo es frenético. «Al principio te duelen mucho las manos pero luego te acostumbras» dicen Manoli y Vanesa sin dejar de amasar.

Cada día estas manos fabrican 365.000 unidades. En la nave de envasado, trabajan aún más rápido. «38 movimientos realiza exactamente una empleada para envolver una torta», dice Juan.

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