Guerra Fría por la vacuna de la Covid-19: Rusia y EE UU juegan una nueva 'carrera espacial' en los laboratorios

Donald Trump y Vladimir Putin se reúnen en el G20.
Donald Trump y Vladimir Putin se reúnen en el G20.
EFE / MICHAEL KLIMENTYEV/SPUTNIK/KREML
Donald Trump y Vladimir Putin se reúnen en el G20.

Rusia anunció este martes el registro de su vacuna contra la Covid-19, que sería, de seguir a este ritmo, la primera en llegar al público. La han llamado Sputnik V, en honor a la primera victoria de la URSS en la carrera espacial que las dos potencias de la Guerra Fría protagonizaron el siglo pasado. Y como en aquella ocasión, en la que el pequeño satélite desató el pánico en Washington y aceleró un costosísimo y veloz programa espacial, EE UU ha reaccionado, aunque en principio no de una manera tan intensa como entonces.

Pocas horas después del anucio de Moscú y a pesar de las reservas mostradas por la OMS y la comunidad científica, Trump aseguraba que EE UU "estaba muy cerca" de aprobar la suya y anunciaba un acuerdo con Moderna, una de las compañías farmacéuticas que más cerca está de finalizar las pruebas con su vacuna, para adquirir 100 millones de dosis cuando esté aprobada.

Los nombres, los tiempos, las reacciones... recuerdan y despiertan ecos de la Guerra Fría que EE UU y la URSS mantuvieron durante varias décadas del siglo XX. Es verdad que el mundo ha cambiado y mucho, y que en este 2020 se había hablado y mucho de la tensión continúa que Washington mantiene con Pekín (con sus derivadas económicas y tecnológicas), pero parece que la pandemia global ha vuelto a disparar la competitividad entre las dos viejas potencias. Dos rivales cuya relación, desde la llegada del actual presidente estadounidense han estado más embrolladas que nunca, con las sospechas de que Rusia influyó en las elecciones que auparon a Trump a la Casa Blanca.

Moscú, tras la Segunda Guerra Mundial y al ver que iba detrás en la carrera nuclear, recuperó posiciones al ser la primera potencia en mandar un satélite al espacio: el Sputnik. Era 1957 y el programa espacial soviético parecía imparable: primeros en sacar del planeta a seres vivos (la perra Laika) y humanos (Yuri Gagarin), primeros en llevar naves a la Luna... Pero los EE UU, aterrados ante el éxito de su enemigo y apoyados en su gran industria aeroespacial y tecnológica, desplegaron un titánico esfuerzo -se calcula que 100.000 millones de dólares de hoy- para ganar, contra todo pronóstico, la carrera espacial con la llegada a la Luna del Apolo XI. Aquella veloz carrera tecnológica llevó a las dos potencias a correr a avanzar sin dudar, muchas veces corriendo grandes riesgos.

Como en la Guerra Fría, esta carrera científica parece ir más allá de la salud y la investigación. O mejor dicho, a usar la necesidad de la vacuna como un elemento estratégico más. Es una competición propagandística y diplomática. CNN informaba de que más de 20 países, de Latinoamérica, África y Asia, ya estaban interesados en la vacuna Sputnik. El mismo martes en que Moscú anunciaba el registro del fármaco, el polémico presidente de Filipinas Rodrigo Duterte, anunció que aceptaba el ofrecimiento de Rusia de suministrar a su país la vacuna "gratis" y se ofrecía a ser el primer filipino en ser vacunado de manera pública. "Le diré al presidente Putin que tengo plena confianza en sus estudios clínicos y que la vacuna que están produciendo es un bien para toda la humanidad", seguró el mandatario.

A la carrera en los laboratorios le va a seguir una carrera diplomática en la que la vacuna contra la Covid puede convertirse en un nuevo elemento para generar aliados y generar influencias para el mundo post Covid.

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