Los bises, los diamantes de la ópera

  • La norteamericana Lisette Oropesa se ha convertido en la primera mujer en hacer un bis en el Teatro Real.
La soprano Lisette Oropesa canta un bis de La Traviata en el Teatro Real.
La soprano Lisette Oropesa canta un bis de La Traviata en el Teatro Real.
JAVIER DEL REAL
La soprano Lisette Oropesa canta un bis de La Traviata en el Teatro Real.

En la noche del pasado 28 de julio, la soprano estadounidense Lisette Oropesa parecía morirse de verdad sobre el escenario del Teatro Real de Madrid mientras interpretaba La Traviata, de Verdi. Cantó la conmovedora aria Addio del passato con tal emoción que el público hizo algo rarísimo: pidió que la repitiera. Un bis: el séptimo que reclama el público madrileño en 23 años. Pero, ¿qué es un bis? ¿Cómo se produce? ¿Qué importancia tiene?

El público del Teatro Real tiene merecida fama de frío y hasta de severo. No es el apasionado de La Scala de Milán ni mucho menos el del MET de Nueva York, que cuenta, incluso, con sus propios 'ultrasur' bien organizados. Se dan grandes emociones, porque para eso está la ópera, pero suelen ser contenidas y rara vez se desbordan hasta el límite máximo, que es pedir a gritos un bis.

Kraus nunca lo consiguió. Ni Domingo, ni Caballé, ni ninguna de las leyendas históricas de la ópera. Tan solo tres personas han extasiado al público hasta el extremo de reclamarles un bis: el barítono italiano Leo Nucci (por dos veces: 2009 y 2015, y cantando lo mismo), el tenor mexicano Javier Camarena (¡por tres!) y ahora, la primera mujer: Lisette Oropesa

También se reclamó un bis (cosa, esta sí, extraordinaria) para un sexteto: el que cantó Lucia di Lammermoor, de Donizetti, en 2018. Pero lo curioso es que en ese grupo de elegidos estaban Oropesa y Camarena. Así pues, el mexicano tiene el récord: ha vivido nada menos que cuatro veces la experiencia de hacer enloquecer al público de Madrid hasta el punto de pedirle un bis.

Un bis es algo parecido a un milagro. El Teatro Real ha vivido triunfos memorables con aplausos continuados de cinco, diez, quince minutos. Pero un bis es otra cosa. Un bis lo pide el público, y lo pide a voces, y tiene que ser de manera claramente mayoritaria; tanto como para que el director de orquesta y el cantante se miren, nerviosos, y sea el batuta quien ordene a los intérpretes volver al compás en que comienza el aria que se va a repetir.

Naturalmente, esto es mucho más difícil en unas óperas que en otras. Desde la ópera barroca belcantista hasta el verismo italiano de finales del XIX, por ejemplo, las óperas estaban compuestas por "números": arias, coros, cavatinas, cabalettas y, a veces, largos recitativos. Cada uno de esos números tenía sentido por sí mismo y podía separarse del resto. Es decir, había momentos en los que se 'podía aplaudir', y tanto el compositor como los cantantes lo sabían… y hasta lo esperaban. Pero en Wagner, por poner un solo ejemplo, eso es mucho más difícil, porque la música fluye sin interrupción, sin huecos. Es casi imposible que en sus óperas se produzca un bis.

Nucci obtuvo sus dos bises en el Real, a los 67 y a los 73 años, con un pasaje (que en realidad es un dúo en el que el barítono se apoya en la soprano) de una de las óperas más representadas de la historia: Rigoletto, de Verdi. Javier Camarena logró lo increíble: dos bises seguidos, uno detrás de otro, el 7 de noviembre de 2014, cantando un aria 'matatenores': el Ah, mes amis, de la ópera La hija del regimiento, de Donizetti. El tenor tiene que dar, en pocos minutos, la friolera de nueve Do de pecho… y el público, fuera de sí, obligó a Camarena a cantar nada menos que veintisiete.

Pero el público de Madrid dejó claro que aquello, que seguramente no se volverá a ver en muchos años, no fue una excepción ni una conjunción de planetas: Camarena también tuvo que repetir la célebre Furtiva lagrima, de la ópera L’elisir d’amore, también de Donizetti, en noviembre del año pasado.

Y es que lograr un bis es algo así como un Óscar para el cantante que lo consigue. Camarena es ya una leyenda para el público de Madrid, que le adora, y eso durará seguramente para siempre. Ahora ha sido Lisette Oropesa quien ha entrado en ese club casi inalcanzable… aunque en realidad ya había participado en el rarísimo bis colectivo de 2018.

Habrá quien diga que los bises se preparan. Que un sector del público, devoto de tal o cual cantante, se organiza y reparte octavillas para que todo el mundo pida la repetición. Es verdad, y también lo es que eso sucedió con Camarena y también con Oropesa. Pero es que eso sucede decenas de veces y casi nunca tiene éxito. El bis es algo parecido a un milagro, a un momento mágico que ni el mismo cantante sabe que se va a producir, porque depende de la inspiración del momento, del estado de ánimo, de la adrenalina… y de cómo vaya la representación. Y, desde luego, de la suerte.

El Teatro Real, el único de los grandes que ha abierto sus puertas a pesar de la covid-19, acaba de aumentar su catálogo de 'dioses' con Lisette Oropesa. Ya van tres. Veremos cuánto tarda en llegar el siguiente.

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