Día del abuelo: de un confinamiento estricto a la emotividad de los reencuentros

  • En estos últimos meses los abuelos, personas de riesgo, han sido los grandes sufridores del confinamiento. 
  • Este 26 de julio es el Día del abuelo y estas familias recuerdan cómo han pasado la pandemia los mayores de la familia. 
Julián y Encarni con su hija Mamen y su nieto Raúl
Julián y Encarni con su hija Mamen y su nieto Raúl
Julián y Encarni con su hija Mamen y su nieto Raúl

En el imaginario común de la infancia de cualquier persona hay ciertas fórmulas que se repiten: los partidos de fútbol del colegio, aquella niña que siempre te sonreía o lo sábados por la mañana frente a la televisión. Pero si hay un recuerdo, por pequeño que sea, que tiene un lugar especial es el de los abuelos.

En estos últimos meses los abuelos, personas de riesgo, han sido los grandes sufridores del confinamiento. Han visto como su mundo se hacía más pequeño, como las autoridades les pedían no salir de casa, como cambiaba la vida que conocían. Y si algo habían vivido en su vida eran cambios.

Pero hay una cosa no ha cambiado, el 26 de julio es el Día del Abuelo. Y el confinamiento y las relaciones con sus nietos no han sido igual, han cambiado roles, se han roto algunas costumbres pero también se han generado otras nuevas. 

Maruquita, tan cerca y tan lejos

Azarael Suárez siempre que llegaba a su Canarias natal y dejaba la maleta iba a visitar a sus abuelos, según declara a 20minutos. Vive a escasos dos minutos de su casa y no pierde oportunidad de ir a verlos. Pasa mucho tiempo en Madrid -estudia en la capital- y no desperdicia la ocasión de una tarde cálida junto a su abuela María o “Maruquita” como la conocen en el barrio.

Pero la última vez fue algo distinta. “Se notaba una sensación de vacío y cuidado desde el aeropuerto. Estaba completamente desolado y con grandes medidas de seguridad”. La salida del aeropuerto no fue distinta, “todos los pueblos se veían desiertos hasta llegar a casa”, explica Aza, como le llaman sus amigos.

“Nosotros somos más de tener visitas y ofrecer café para pasar las tardes de calor”

El nieto se metió en su casa y no vio a sus abuelos esta vez. “Hasta pasadas dos semanas de llegar a la isla no hablé con ellos, no son mucho de hablar por teléfono y menos de videollamada”. Eso mismo explica Maruquita. “Nosotros somos más de tener visitas y ofrecer cafesito para pasar las tardes de calor”.

La abuela confiesa que lo que más les ha afectado del confinamiento es el cambio de rutina “Nosotros hablábamos con los vecinos todos los días y sin ellos y la familia, la sensación de soledad y aburrimiento nos rondaba a todas horas”.

Pero la famosa curva comenzó a aplanarse, llegaron las fases y la posibilidad de recibir visitas, aunque el reencuentro tampoco fue al uso. “Llevaba casi 4 meses sin verlos y llegar a su casa y no poder abrazarlos fue algo duro” confiesa este estudiante de Comunicación Audiovisual. “Todo fue muy frío y extraño para ambos, veía los ojos vidriosos de mis abuelos”.

Para la mujer tampoco fue sencilla aquella visita: “Era una sensación extraña, esos días ya iban llegando los primeros hijos y nietos, pero los encuentros no eran lo mismo”. Sin embargo, “me sentía alegre de poder ir viéndolos, sobre todo a los nietos más pequeños. Podía verlos jugar en el salón y ver a los vecinos al pasar”. Aunque la pareja no se hace a la nueva normalidad: “Mantener las distancias o llevar las mascarillas me resultaba raro”.

Maruquita, tiene 10 nietos y acaba de ser bisabuela, “Me gusta saber cómo los va a cada uno, y ver cómo van creciendo. Son como pequeñas historias que voy siguiendo paso a paso”.

Encarni, la abuela tecnológica

Encarni y Julián vieron la rueda de prensa de Pedro Sánchez decretando el Estado de Alarma por Coronavirus junto a su hija Mamen y su nieto Raúl. Ambos se habían desplazado hasta Valencia porque operaban a la abuela el 13 de marzo. “Fue duro tener que separarme de ellos, era consciente de que es un virus que afecta a personas mayores y me preocupaba tener que dejarlos solos ante el peligro” explica su nieto. Más del 60% de los fallecidos por Covid-19 eran mayores de 65 años. 

El confinamiento para estos abuelos valencianos ha sido duro, “Por un lado estaba preocupada por mi hija y nieto mayor que viven en Madrid, ella es enfermera y ha estado trabajando mucho, y solo podíamos hablar por teléfono. Y, por otro lado, en Valencia tengo a mi hija y nieto pequeño, que no podía ver porque no se podía salir de las casas”, cuenta Encarni. Su nieto se siente tremendamente orgulloso de ellos: “Lo han llevado como unos campeones. Ya estaba orgulloso, pero después de todo esto todavía más”.

"Yo ya sabía hacer videollamadas, entre mis nietos me han enseñado a hacerlas"

La distancia y la necesidad de una comunicación cada vez más cercana han generado situaciones muy graciosas en esta familia. “De la situaciones más divertidas de mi vida…El momento de juntar a mi abuela, su hermana, mi madre, mi primo pequeño, … todos los posibles en una sola videollamada, fue un momento muy emotivo y que al igual que mucha gente jamás olvidaremos”, recuerda Raúl. También lo narra así Encarni, “No me costó mucho, porque yo ya sabía hacer videollamadas. Entre mis nietos me han enseñado a hacerlas y gracias a ellas hemos podido vernos y estar lo más cerca posible”.

Además, han sido representantes de esa España de los balcones: “Las últimas semanas que se empezaba a poder salir mi hija pequeña junto a mi nieta venían a casa y me asomaba al balcón para saludarlos”.

Y el reencuentro es uno de los momentos más emotivos para ambas partes. “No recuerdo día más feliz. Cuando tuvimos libertad de movimiento decidimos viajar para verlos por sorpresa. Sin pensarlo, salí corriendo del coche, crucé la calle y fui hacia ellos. Mi abuela al principio no sabía que hacer, pero en cuestión de segundos empezó a gritar y a llorar como nunca. Mi abuelo es muy reservado, pero pude ver sus ojos vidriosos”, se emociona Raúl al contarlo. Encarni lo recuerda de la misma manera: "Yo grité y lloré. Eso hay que vivirlo, la alegría que me dieron. El reencuentro fue maravilloso”.

La relación de este nieto con sus abuelos ha cambiado: “Desde que hemos pasado por esta pandemia he aprendido a valorar más las cosas. Antes cuando viajaba a Valencia buscaba un hueco para verlos y desde que ha pasado esto no voy a buscar hueco voy a obligarme al menos a pasar un día entero con ellos”.

María y su máquina de escribir

Ana ha pasado todo el confinamiento con su yaya María, como ellos la llamaban. Se mudó con la familia poco antes del Estado de Alarma por problemas de salud y ha pasado sus últimos meses rodeada de sus seres queridos.

“Fue algo complicado” explica Ana, “en casa todos teníamos cosas que hacer, mi madre trabajaba y mis hermanas y yo estudiábamos. Era mi padre el que la cuidaba por las mañanas y le poníamos zarzuelas en la televisión para que se riese un poco y disfrutase”.

"A mi yaya le poníamos zarzuelas para que se riese un poco y disfrutase”

María no entendía que tuviese que estar todos los días metida en casa y su familia se lo tenía que explicar: “Ella había vivido una guerra, una postguerra, una dictadura, una transición… toda nuestra historia. Pero el simple hecho de que hubiese un bichito microscópico que la podía matarla no lo entendía”, rememora su nieta.

Con todo el tiempo que Ana y su yaya pasaron juntas, redescubrió a su abuelo, El Doctor Vázquez. “Siempre estaba diciendo, “si el doctor Vázquez me viera ahora…”. Y nosotros para animarla le decíamos cuando estaba a punto de llorar “si el doctor Vázquez te viera ahora te diría que estás más guapa que nunca y la suerte que has tenido de pasar tiempo con tus nietos”.

Pero los abuelos nunca dejan de sorprender: “Yo ya sabía que era muy fuerte, pero en los meses de confinamiento descubrí que era más fuerte de lo que yo pensaba y que realmente disfrutaba con sus nietos y era una persona muy de su familia”, confiesa su nieta.

María falleció a finales de junio y Ana se ha quedado con un recuerdo muy especial. “La máquina de escribir que tenía mi abuela en su casa era del doctor Vázquez que se la compró para hacer sus informes, pero yo le quiero dar una segunda vida escribiendo un libro”.

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