«Lo infraordinario»: aquellas pequeñas cosas

Lo infraordinario
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Lo infraordinario

Érase una vez Georges Perec: un escritor capaz de acercarse a una mesa, apropiarse del milenario término literatura —olvidada y cubierta de polvo—, dar la vuelta a Petrarca, Cervantes, Proust y todos los anónimos, y facturar una bibliografía «que no se parece a nadie en absoluto», según —otro que tal— Italo Calvino.

Lo infraordinario, pese a traducirse en España por primera vez, pese a su vocación de fotógrafo alucinado de lo cotidiano —y, casi por tanto, de lo intrascendente—, no se declara menor en la trayectoria del francés. «Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos» suena a Me acuerdo, y La vida, instrucciones de uso, se cuela en más de una intención.

Porque la calle en la que vives, las postales que recibes, tu menú durante 1974 o el aspecto de tu despacho también originan literatura, describirlas puede armar un libro de mil piezas —Perec es un «inmenso y a la vez diminuto puzle», en palabras de la traductora de esta edición, Mercedes Cebrián— para enmarcar y colgar en el salón.

Impedimenta / 128 páginas / 15,50 €

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