Bolsonaro se trata con cloroquina, el polémico fármaco contra la COVID-19

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se acomoda una mascarilla con el logotipo de la Policía Militar, en Brasilia.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se acomoda una mascarilla con el logotipo de la Policía Militar, en Brasilia.
JOÉDSON ALVES / EFE
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se acomoda una mascarilla con el logotipo de la Policía Militar, en Brasilia.

La cloroquina, un fármaco que ha causado polémica entre la comunidad científica ante la falta de evidencias sobre su efectividad contra la COVID-19, fue el escogido por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, para tratarse la infección.

Fiel a su obsesión a esta sustancia, Bolsonaro anunció este martes que ya ha tomado dos dosis de este fármaco para el coronavirus, dolencia que ha llegado a calificar de "gripecita".

Junto con Nicolás Maduro y Donald Trump, el dirigente brasileño ha sido uno de los pocos líderes mundiales en promover este medicamento y su derivado, la hidroxicloriquina, ambos objetos de estudio en varios países como posibles tratamientos para enfrentar la COVID-19. El propio Trump reconoció que la llegó a tomar como profilaxis.

El uso de la cloroquina, empleada durante décadas para tratar la malaria y el lupus, ha sido enfáticamente defendida por el mandatario brasileño, a pesar de los efectos secundarios alertados por las autoridades sanitarias, especialmente los cardiovasculares.

Para Bolsonaro, este fármaco antipalúdico es una alternativa viable para poner fin a las medidas de aislamiento social que afectan tanto a la economía.

Ya a finales de mayo, el Ministerio de Salud de Brasil, por indicación del líder de la ultraderecha, publicó un protocolo para el tratamiento de pacientes con coronavirus, que amparaba el uso de este remedio en los casos leves.

Crítricas de la OMS

La aprobación fue criticada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que alertó de la falta de evidencias clínicas sobre la eficacia de este fármaco y de los efectos secundarios que entrañaba.

Incluso se detuvieron temporalmente los ensayos clínicos con hidroxicloroquina en pacientes contagiados por el coronavirus al detectar un mayor índice de mortalidad en enfermos que recibieron este tratamiento.

También desaconsejaron el uso de este medicamento las tres principales asociaciones médicas de Brasil.

Aun así, la fe ciega del jefe de Estado le llevó a ordenar al Laboratorio Químico Farmacéutico del Ejército a poner en marcha su producción.

Asimismo, eliminó los impuestos para la importación de estos remedios y solicitar a la India, uno de los principales suministradores de medicamentos genéricos del mundo, un cargamento de materias primas para su elaboración en Brasil.

Según informó el presidente de EE UU, Donald Trump, el gigante suramericano recibe dosis de hidroxicloroquina de Estados Unidos, aunque el Gobierno estadounidense revocara a mediados de junio la autorización para que el medicamento fuera usado para tratar la COVID-19.

Caída de un ministro

Más allá de la controversia a nivel internacional, la polémica sobre la cloroquina también llegó a salpicar al propio Gobierno brasileño, que en plena pandemia vio caer a dos ministros de Salud, contrarios a la defensa de este fármaco.

El presidente destituyó en abril al entonces titular de la cartera Luiz Henrique Mandetta, defensor de las cuarentenas, y menos de un mes después, su sustituto, Nelson Teich, renunció por su desacuerdo en recomendar la cloroquina.

Teich fue sustituido de forma interina por el general Eduardo Pazuello, un militar con un sólido currículo pero sin experiencia en el área de salud y que dio luz verde al nuevo protocolo sobre el uso de la cloroquina en el país.

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