"Ante el maltrato hay que pedir ayuda profesional, sola no se sale, te hundes"

  • María, 56 años y diez sufriendo a su maltratador, relata su caso.
  • “La primera vez que me dijo que me iba a pegar dos tiros, no me lo creí; la segunda, dudé; a la tercera vez no me lo pensé y me fui”.
  • Hoy se celebra el día internacional contra la violencia sobre la mujer.
  • Teléfono de atención para víctimas de los malos tratos: 016.
María ha vivido 16 meses en un centro de recuperación (JORGE PARÍS).
María ha vivido 16 meses en un centro de recuperación (JORGE PARÍS).
JORGE PARÍS
María ha vivido 16 meses en un centro de recuperación (JORGE PARÍS).

María (nombre ficticio), tiene 56 años y dos hijos (uno de ellos era menor de edad cuando vivió su particular infierno). Es funcionaria del Estado en la Comunidad de Madrid y estuvo veinte años casada con un mando de las fuerzas de seguridad del Estado que la maltrató psicológicamente desde el comienzo de su relación. Cuando decidió terminar con la pesadilla y separarse, él la amenazó y la agredió. "La primera vez que me dijo que me iba a pegar dos tiros, no me lo creí; la segunda, dudé; a la tercera vez no me lo pensé y me fui".

Hasta que no entré en el centro no le puse nombre: yo era una víctima de malos tratos

Hemos hablado con María en un Centro de Atención, Recuperación e Inserción de Mujeres Maltratadas (CARRMM). Allí pasó 16 meses, allí comprendió que era una mujer maltratada y allí aprendió a soltar el lastre de la culpabilidad. "Lo único que tenía claro es que estaba sufriendo", explica cuando ya han pasado ocho años desde su separación. "La situación fue mala desde el principio, pero yo no era consciente de ello. Sólo sabía que sufría, pero hasta que no entré en el centro no le puse nombre: yo era una víctima de malos tratos".

Durante años, María se puso excusas para no dejar su casa porque "no era consciente de lo que me estaba pasando". Había familiares que justificaban la actitud de su marido: "Él es así y hay que aceptarlo". "Mis hijos sufrían pero con mi ceguera yo no les escuchaba". "Ellos veían más de lo que yo veía", nos cuenta.

El dolor de los hijos

Pero llegó un momento en el que su cabeza dijo basta: "Hay que tocar fondo para tomar una decisión", dice, y María tocó el lodo del fondo cuando vio a sus hijos sufrir aún más que ella: "Me pregunté ¿qué derecho tengo yo de hacer pasar a mis hijos por esta situación?". "Hasta que no ves en ellos el dolor que tú pasas, yo no me di cuenta y no tomé la decisión", relata. María nos pone un ejemplo muy gráfico: "Eres una mosca en una tela de araña, cada vez estás más atrapada y estás perdida hasta que alguien te saca de allí".

Cuando María anunció a su marido "me voy", él le gritó "¡pero tú qué vas a hacer sin mí!" y su actitud fue cada día más violenta. "Me agredió", recuerda. María temió por su vida cuando ese mando de las fuerzas de seguridad la agarró por el cuello y la amenazó de muerte si le dejaba.

El agresor ingresó en prisión por saltarse una orden de alejamiento

La última amenaza se produjo en un lugar público ("quizás eso me salvó", recuerda aliviada). Él la forzó a ir a casa, pero María pensó "si voy a casa, de allí no salgo viva" y llamó a la Policía. Tras presentar la denuncia, esa misma noche durmió con sus hijos en un centro de la Comunidad de Madrid; luego pasó quince días en una casa de acogida. Mientras, se dictó una orden de alejamiento que él incumplió. Ante el juez, el hombre se atrevió de nuevo a amenazar de muerte a María, y también a algunos funcionarios judiciales. La juez ordenó su ingreso en prisión y ella volvió a su casa con sus hijos.

Una psicóloga que atendía a su hijo menor (de 14 años entonces) la convenció de la necesidad de acudir a un centro de ayuda. Tras una evaluación psico-social, ingresó allí y estuvo 16 meses. Fue la primera vez en la que comprendió que era una mujer maltratada. Su marido salió en libertad sin cargos porque ni siquiera hubo juicio. María nos cuenta que él la engañó ofreciéndole un acuerdo si no declaraba contra él: estaba dispuesto a ceder su mitad del piso a sus hijos. Ella, aturdida, y mal aconsejada por su abogado, accedió y se acogió al derecho de no declarar contra un familiar, pero él nunca cumplió.

Han pasado ya ocho años. Ahora vive en su casa, sus hijos ya son independientes, sigue trabajando como funcionaria, es libre y está contenta. "Algunas secuelas quedan siempre, pero te acostumbras y tienes una vida normal". María aprovecha la charla para mandar un mensaje que sirva a otras víctimas: "Cuando ves el problema del maltrato, hay que pedir ayuda profesional. Sola no se sale, te hundes cada vez más". "Si yo no vengo aquí, me hubiera pasado el resto de la vida preguntándome si yo tuve la culpa".

María pasó por el Centro de Atención, Recuperación e Inserción que tiene la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. A día de hoy hay en ese centro 27 mujeres (la capacidad es de 28) y 27 niños. La edad media de las mujeres que han pasado por allí desde 1991, cuando se inauguró, es de 34 años. El 81% son españolas y el 19% de otros países.

Lola Aguilar, directora del CARRMM

"La Ley contra la Violencia de Género es una excelente ley mal aplicada porque no se ven sus beneficios en las víctimas de maltratos. Las mujeres aguantan la situación por los hijos y salen también por ellos. En esas situaciones no hay padre, hay agresor. Viven con una bomba de relojería".

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