El alto número de infectados sin síntomas y su juventud facilita la expansión del virus

Varios jóvenes se reúnen en grupos en torno a las mesas de una terraza en Madrid.
Varios jóvenes se reúnen en grupos en torno a las mesas de una terraza en Madrid.
Jorge París
Varios jóvenes se reúnen en grupos en torno a las mesas de una terraza en Madrid.

El SARS-CoV-2 no es el primer coronavirus que afecta a los humanos, ni el primero en generar contagios comunitarios, ni siquiera es el más letal de los que hemos conocido hasta ahora. 

Pero tiene una característica que le ha permitido expandirse por todo el planeta y permanecer siendo una amenaza constante capaz de evadir todas las medidas preventivas: sus síntomas tardan en aparecer o ni siquiera aparecen en muchos contagiados.

Esta característica hace que cientos de miles de personas puedan ser portadoras sin ser conscientes, evadiendo los controles preventivos mientras propagan el virus. Esta forma de enfermedad asintomática sería además la más habitual, particularmente entre los menores de 60 años.

Concretamente, hasta tres cuartas partes de los contagiados por la Covid-19 de entre 0 y 59 años podrían haber pasado la enfermedad sin haber manifestado síntomas, según un estudio aún no revisado por pares, elaborado por científicos italianos con datos de la región de Lombardía, en el norte del país.

Los científicos han subdividido en grupos de edad y en sexo los datos de más de 5.000 positivos confirmados por PCR y análisis de sangre detectados en hospitales, tras el rastreo de contactos de contagiados y mediante una encuesta serológica en la región italiana más castigada por la pandemia.

Otro artículo publicado a principios de este mes en la revista Annals of Internal Medicine arrojaba el dato de que “las personas asintomáticas parecen ser responsables de, aproximadamente, entre el 40% y el 45% de las infecciones por SARS-CoV-2 y pueden transmitir el virus a otros durante más tiempo, quizás más de 14 días”.

Problemas para el rastreo de casos

Sabiendo que contagiados sin síntomas transmiten la enfermedad, unos números tan altos de asintomáticos suponen un reto de difícil solución para el mecanismo preventivo por el que se ha apostado de cara a la nueva normalidad: la detección de positivos y el rastreo de sus contactos para posterior aislamiento.

"El problema está en los asintomáticos", explica Jesus Cabrillana es secretario de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSH). "Buscamos dos días antes de la fecha de diagnóstico, pero no sabemos exactamente cuándo esa persona se ha contagiado así que rastrear ahí yo creo que es imposible".

El hecho de que las posibilidades de desarrollar la enfermedad de una forma asintomática aumenten a medida que descendemos en los grupos de edad -un 82% de los menores de 19 años- hace que los más jóvenes sean un vehículo idóneo para el virus ante la falta de percepción del riesgo en la que pueden incurrir.

"Si tú dices ‘me voy de botellón, me lo paso tan bien y la probabilidad de que me infecte no es segura y, si me infecto probablemente pasaré un resfriado’, pues me voy de fiesta", declara Cabrillana. "Éste es el comportamiento que conocemos no de ahora, sino del control de la enfermedad infecciosa en general, como en el caso de las enfermedades de transmisión sexual".

El artículo no solo analiza el porcentaje de población que pasa la enfermedad de forma asintomática, sino la que sufre una forma más grave que obligue a su ingreso en la UCI o acabe provocando su fallecimiento. Un 6,6% de los mayores de 60 años desarrollaban una enfermedad grave.

Ante las dificultades de detectar a los asintomáticos y concienciar a los grupos más jóvenes, Cabrillana insiste en que “si no podemos evitar que se siga propagando la enfermedad, que se va a seguir propagando, no tenemos más remedio que centrar nuestro esfuerzos en proteger a la población vulnerable”.

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