Una jornada de reencuentros y vueltas a casa tres meses después: "Han sido días horribles"

Una madre y su hija se abrazan este domingo en la estación de Atocha.
Una madre y su hija se abrazan este domingo en la estación de Atocha.
Jorge Paris
Una madre y su hija se abrazan este domingo en la estación de Atocha.
Una madre y su hija se abrazan este domingo en la estación de Atocha.
JORGE PARÍS

Una visera y dos mascarillas eran lo único que se interponía en el abrazo entre Carla y su madre, Marga, por primera vez desde el mes de enero. Esta cacereña con residencia en Madrid tomó el camino inverso en la vida al de su madre, una madrileña que vive en Cáceres y allí le alcanzó el confinamiento que ha pospuesto reencuentro hasta este domingo, el día en el que quedaron reabiertas las fronteras internas de España.

"Normalmente venía yo o venía ella una vez al mes, ha sido cuando más tiempo hemos permanecido sin vernos", explica Marga tras su encuentro con su hija Carla en la estación de Atocha. "Lo he pasado mal como todo el mundo pero he tenido la gran suerte de tener un trabajo y un perro, lo cual me ha hecho salir y olvidar un poco, pero a la familia la he echado de menos, han sido días horribles", relata antes de partir hacia el hospital, a visitar a su yerno recién operado.

No está siendo un día de largas colas ni salas de espera abarrotadas en Atocha ni tampoco en la estación de autobuses de Méndez Álvaro, donde el personal admite que hay más tránsito que en las últimas semanas, pero donde los servicios de salidas y llegadas siguen siendo mínimos. Un pequeño grupo esperaba esta mañana la salida del único autobús que había en una dársena habitualmente abarrotada.

A Consuelo, una madrileña de 63 años que vive en Alicante, el estado de alarma le sorprendió visitando en Madrid a su madre, también Consuelo, de 93 años. Este domingo esperaban las dos, junto a Dilcia, su asistenta, al primer autobús que partía de la capital con destino a su provincia de residencia.

"Estaba en casa de mi madre visitándola y, al final, me he hinchado a verla", dice entre risas Consuelo, que asegura que no salieron "ni a la puerta del ascensor" durante el confinamiento. "Allí tenemos una casa que está en la orilla del mar, aunque solo sea salir y ver el mar, eso ya es otra cosa".

Para otros, como Verónica, de 47 años, Madrid solo ha sido una escala en un largo viaje que, en su caso, ha comenzado a las 6 de la mañana en Bilbao y que terminará por la tarde cuando, por fin, regrese a su Alicante natal por la noche. "No había ningún tipo de transporte para ir directo, me han traído en coche y ahora voy a Alicante", explicaba esta empresaria, propietaria de una discoteca nocturna en Bilbao.

A ella, el estado de alarma no le interrumpió ningún plan de volver a su tierra hasta el viernes, cuando un familiar tuvo un accidente doméstico. "He tenido que venir corriendo y he venido cuando he podido coger el primer billete".

Media hora después, el autobús partía, dejando la estación desierta en una imagen que recuerda que aún queda camino para regresar a la normalidad.

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