Del foco del ébola al de la Covid, la vida de un superviviente del Aquarius aún sin asilo que coopera como voluntario

Felix Sesay, uno de los 629 migrantes que llegaron a España en el Aquarius hace dos años.
Felix Sesay, uno de los 629 migrantes que llegaron a España en el Aquarius hace dos años.
CEAR
Felix Sesay, uno de los 629 migrantes que llegaron a España en el Aquarius hace dos años.

Félix Sesay tiene 23 años y ya sabe lo que es enfrentarse a dos peligrosos virus y pasar nueve días a la deriva en un barco huyendo de la pobreza y la violencia. Natural de Sierra Leona, es uno de los 629 migrantes que llegaron a Valencia abordo del Aquarius el 17 de junio de 2018. Dos años después su vida en España dista mucho de lo que había imaginado pero mantiene la ilusión y durante la pandemia del coronavirus se está dedicando a ayudar a otros que se encuentran en una situación similar a la suya.

"Hice un curso de atención sociosanitaria y durante diez meses trabajé en una residencia para personas con problemas mentales. Les ayudaba a levantarse, a ducharse, les asistía en el comedor, les hacía compañía… Estaba contento con el trabajo. Pero el 6 de febrero terminó mi contrato y desde entonces no tengo ningún ingreso", cuenta al otro lado del teléfono. Este joven agradece el amparo que el Gobierno les prestó a él y a sus compañeros durante año y medio pero lamenta que en los últimos seis meses se haya olvidado de ellos.

Este colectivo, que se ha constituido en la Asociación Aquarius Supervivientes 2018, solo pide que su situación sea regularizada para poder así optar a la vida digna que vinieron buscando. Con su acogida, el recién estrenado Ejecutivo de Pedro Sánchez tras la moción de censura contra Mariano Rajoy se colgó una importante medalla a nivel internacional, después de que ningún otro país quisiera hacerse cargo de estas personas.

Del grupo que desembarcó, 78 se marcharon a Francia. De los 551 que se quedaron, 374 pidieron asilo pero hasta este martes únicamente se habían resuelto 66 de esos expedientes y el resultado deja poco sitio a la esperanza: 49 han sido denegados, nueve archivados y solo ocho aceptados. 

El 65% ya no tiene además la tarjeta roja que acredita la condición de solicitante en tramitación de protección internacional. Este documento les permite trabajar pero la mayoría de los que lo conserva tampoco consigue un empleo decente porque "nadie lo conoce" y al tener que ser renovado cada seis meses, las empresas no se arriesgan a contratarlos.

El proceso para estos migrantes sigue así la tónica general que presenta el derecho de asilo en España, con un porcentaje muy bajo de resoluciones afirmativas. El último informe anual de CEAR, publicado con motivo este sábado del Día Mundial del Refugiado, refleja que solo el 5,2% de las solicitudes estudiadas en 2019 fueron favorables. La comisión, que ha atendido a decenas de aquellos 629 supervivientes, sostiene que independientemente del estudio individual de cada caso, los pasajeros del Aquarius deben estar amparados por la ley por razones humanitarias al proceder de un país tan poco seguro como Libia.

Félix Sesay, refugiado del Aquarius, jugando al fútbol.
Félix Sesay, refugiado del Aquarius, jugando al fútbol.
CEAR

Voluntariado

"Llegamos legales. Tenemos nuestros derechos", clama Félix. Él es uno de los que ha sido y está siendo asistido por CEAR. Este sierraleonés ha acudido de hecho a su trabajador social para exponerle su precaria situación y está a la espera de que le echen una mano. Estos últimos meses ha seguido viviendo en el piso que comparte con un amigo pero el casero acaba de comunicarle que si no le paga los 230 euros mensuales de la renta tendrá que dejar la vivienda.

Hasta ahora ha tenido un techo y ha podido comer gracias a los alimentos que Cruz Roja entrega a personas sin recursos, una entrega en la que él a su vez colabora. Desde el inicio de la pandemia es voluntario en la ONG y de lunes a viernes se ocupa del reparto a domicilio de productos de primera necesidad a familias con problemas de movilidad así como de atender a las que llegan a la sede de la organización. "Quiero ayudar a la gente", afirma y niega tenerle miedo a la Covid cuando se le pregunta por el grado de exposición que ese voluntariado implica.

En plena crisis del ébola en su país trabajó durante un año, también con Cruz Roja, como "enterrador" y como encargado de realizar test a los fallecidos para investigar si tenían o no la enfermedad. "Aquello era más peligroso", recuerda. El brote epidémico dejó en Sierra Leona más de 14.000 infectados y cerca de 4.000 fallecidos entre 2014 y 2016, con una tasa de mortalidad del 28%, según la OMS. Otras fuentes hablan de que las cifras fueron superiores porque no se identificó la causa de la muerte de muchas personas, principalmente en las zonas rurales.

Sanitario de profesión, a Félix le gustaría poder luchar contra esta nueva crisis desde la primera línea. "Tengo el título aquí conmigo pero para homologarlo me piden 163 euros. Un amigo va a intentar ayudarme a conseguirlos", cuenta. Su mayor anhelo es que le apoyen para poder continuar con sus estudios. Cuando desembarcó en Valencia afirmó que le gustaría llegar a ser cirujano y, pese a los avatares, salvar vidas desde un quirófano continúa siendo su sueño. 

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