Nació en Tokio y estudió Bellas Artes en la Escuela Superior Metropolitana de la misma ciudad, pero viajó a España para estudiar la pintura occidental. Pasó sus primeros dos años en Madrid aprendiendo castellano y allí conoció a su mujer, de quien asegura que hace la tortilla de patatas mejor que los españoles.

Tras viajar y viajar por el país -sólo le queda por conocer la provincia de Huelva-, se asentó en Toledo. El pasado 7 de noviembre inauguró una nueva exposición en Toledo, en el Palacio de Banacazón, en la que expone 30 cuadros. Ha hecho varias muestras en España pero además suele exponer en Japón cada dos años, ya que asegura que allí sus cuadros "se valoran más".

¿Por qué comenzó a pintar?

Viene de tradición familiar porque mi abuelo y mi tío eran pintores. Pintores vagabundos como yo, ya que viajaban a un pueblo, lo pintaban durante un tiempo y se iban a otro. Mi padre nunca quiso que pintase por eso, y porque la cultura japonesa es muy estricta. Somos la cultura del bonsái porque nos atamos y nos atamos para no crecer.

¿Cómo es su pintura?

Me gusta pintar nuevos lugares, pero desde que conocí a mi mujer en Madrid y me casé, sólo viajo en vacaciones. Lo que más pinto ahora son bodegones donde puedo plasmar la vida en los vegetales y en las frutas, y la eternidad y la espiritualidad mediante la figura de la ciudad de Toledo.

Hay veces que no salgo de mi estudio en una semana y que dedico ocho o diez horas diarias a pintar. Con ese ritmo, medio mes aproximadamente.

Quería conocer la pintura occidental y en concreto la pintura de El Greco. Antes residí en Madrid y más tarde en Valdepeñas, donde pinté y conocí el buen vino. También estuve viviendo durante medio año en Villanueva de la Vera (Cáceres) pintando el pueblo y era... ¡buenísimo!

¿Y qué descubrió estudiando a El Greco?

Aprendí de su espíritu y que las pinturas al óleo son matices. Todavía me falta mucho por descubrir de él, y de mí mismo.

¿Qué es lo que más le gusta de Toledo?

Cuando estoy decaído, salgo a pasear y encuentro que desde cualquier ángulo de la ciudad se puede pintar.

La catedral. Aunque desde el parador las vistas son únicas. Ese tipo de cosas son las que me hacen quedarme a vivir aquí.

¿Tiene amigos japoneses en Toledo?

Aquí no muchos. Tengo más amigos españoles con los que me gusta hablar y discutir.

¿Ha cambiado Toledo desde que llegó?

Sí. Antes Toledo era como un pueblo, ahora es más una ciudad porque hay mucho edificio de la administración al ser la capital de la región.

¿Cómo se ha adaptado a la comida castellanomanchega?

¡Las migas están buenísimas! y mi mujer cocina una tortilla de patatas mejor que la que hacen los españoles. La paella y el cordero acompañados de un buen vino también me gustan, pero ahora por temas de colesterol tengo que tener cuidado, por eso cocinamos comida japonesa, que no tiene apenas aceite.

¿Qué le gusta más de España?

El vino, porque yo no bebía antes de llegar aquí, y sobre todo la libertad de hacer lo que uno quiere.

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