"Tenía un buen trabajo, una vida y mira..."

  • Un estudio desmonta los mitos de la mendicidad: son jóvenes con estudios y lazos familiares.
  • "Podría haber sido una persona normal y corriente, pero me hundí".
  • La gran mayoría lleva más de un año viviendo en la calle.
Carlos, 28 años y con estudios de FP, en Recoletos. (J. P.)
Carlos, 28 años y con estudios de FP, en Recoletos. (J. P.)
Carlos, 28 años y con estudios de FP, en Recoletos. (J. P.)

Paco, de 42 años, trabajaba en una fábrica de Gran Canaria. Estaba haciendo planes de boda con su novia de toda la vida. La vida le iba bien. Pero eso fue hace 5 años. Ahora sus únicos ingresos son los cuatro euros que consigue al día con las limosnas y su única compañía, las personas con las que duerme en los bancos de Callao. Jamás lo habría imaginado, pero ahora es un mendigo.

Tenía un trabajo, ocho años cotizados, una vida, mi novia... y ahora mira donde estoy

"Podría haber sido una persona normal y corriente. Tenía un trabajo, ocho años cotizados, una vida, mi novia... y ahora mira donde estoy", se lamenta. Su vida pegó un giro inesperado. "La convivencia con mi familia se volvió insoportable y me hundí", explica. Ahora pide en un portal de Gran Vía: "Saco para un bocadillo y un paquete de tabaco al día, esta gente no me ayuda nada", señala indignado a los viandantes. Ellos se giran, cuchichean y continúan su marcha.

"No tengo nada que hacer"

Un poco más abajo, en el Paseo de Recoletos, Carlos permanece sentado sobre sus tobillos y mirando a un punto fijo. Lleva horas absorto. "No tengo nada que hacer, paso el día aquí, desde las 10 a las siete de la tarde". A primera vista parece tener problemas mentales. Pero las apariencias engañan. "Estudié FP, la rama del metal. Vivía en Zamora con mis padres, les ayudaba en la granja, pero discutí con ellos y me echaron de casa". De eso hace dos años. Ahora tiene 28, pero aparenta cincuenta.

Me conformo con una manta, aunque ni siquiera el frío me importa ya

No tiene tanta "suerte" como Paco. A diferencia de él, Carlos pasa los días solo. "No tengo ningún amigo, nadie se interesa por mí. La última vez que hablé con gente fue con un grupo de jóvenes que me quiso pegar". ¿No encuentras trabajo?: "Nadie me contrata, ya sólo sirvo para recoger cartones". ¿Y a qué dedicas el día?: "Tengo mi radio, mis comics y los periódicos, me leo todos de principio a fin".

Paco y Carlos se han acostumbrado a esa vida. No les gusta, pero no saben cómo salir de ella. Y se resignan. "Ya no espero nada de la vida. ¿Casa, trabajo?. Me conformo con una manta, aunque ni siquiera el frío me importa ya", dice Carlos antes de echar a andar sin rumbo.

Jóvenes y con estudios

La historia de Paco y Carlos contradice los mitos de la mendicidad y muestra la realidad: le puede pasar a cualquiera. El 9,8% de las personas que duermen en las calles de Madrid acabaron los estudios universitarios y el 23% acabó Secundaria, según un estudio del Ayuntamiento y de Caixa Catalunya. El 30,4% de los sin techo son menores de 35 años. Pese a su juventud, ya han perdido la esperanza de salir de la indigencia: el 62% lleva más de un año vagando por las calles.

Los latinos tienen lazos familiares y no suelen mendigar
Tampoco es un problema exclusivo de extranjeros recién llegados. El 47,7% de los mendigos son españoles. Entre los foráneos, abundan los rumanos (36%), polacos (10,5%), marroquíes y portugueses (7,7%). "Los latinos tienen lazos familiares y no suelen mendigar", explicó Cabrera. Aunque la familia tampoco es una garantía: un 24,7% estaban casados o con pareja cuando se vieron en la calle. La mitad aún guardan relación con sus parientes.
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