La vida en tiempos de pandemia: "Nos hace falta lo que a ti te sobra"

Rosa Moreno, a la izquierda, y Daniel Campos a la derecha esperan con otros dos compañeros la entrega de un pedido en la central del Banco de Alimentos.
Rosa Moreno, a la izquierda, y Daniel Campos a la derecha esperan con otros dos compañeros la entrega de un pedido en la central del Banco de Alimentos.
GERVASIO SÁNCHEZ
Rosa Moreno, a la izquierda, y Daniel Campos a la derecha esperan con otros dos compañeros la entrega de un pedido en la central del Banco de Alimentos.

La pandemia del coronavirus ha arrasado temporalmente con millones de puestos laborales aunque muchos trabajadores mantendrán sus derechos salariales al menos durante los meses que dure el estado de alarma. Pero, por desgracia, las sociedades no son monolíticas cuando se reparten recursos y muchas personas quedan atrapadas en un callejón sin salida. Aunque parezca mentira algunos ciudadanos, que vivían con lo justo en marzo, empezaron a tener problemas en abril y, en mayo, no les ha quedado más remedio que pedir para comer.

Más de 6.000 personas desde que empezó el estado de alarma se han visto obligadas a apuntarse en las listas de las más de 200 asociaciones aprovisionadas por la Fundación Banco de Alimentos, una entidad que nació "para minimizar el despilfarro de alimentos (excedentes de producción, defectos de envasado o cercanía de la fecha de caducidad) y donarlos a las personas que los necesitaban para sobrevivir", tal como recuerda José Ignacio Alfaro (69 años), presidente de la sucursal de Zaragoza.

"Lo gordo está por venir. Nos tememos que los peores meses serán después del verano. Vamos a llegar a la misma situación terrible que vivimos en 2012 y 2013", cuenta en su despacho. La mitad de los solicitantes de ayuda urgente son españoles y la otra mitad extranjeros. "Muchos centroamericanos provenientes de El Salvador, Guatemala y Nicaragua, también venezolanos, ecuatorianos y rumanos. La mayoría vive de la economía sumergida", revela el presidente.

Se han vuelto a dar de alta nueve entidades benéficas laicas y religiosas con las que hacía años que no trabajaban y ayuntamientos de la margen izquierda del Ebro. También se han sumado otras seis asociaciones nuevas. "Lo que hacemos es dirigir a cada persona que nos solicita ayuda a la asociación más cercana a su domicilio", comenta.

Los Bancos de Alimentos nacieron en Estados Unidos, en Phoenix (Arizona) en 1967. Después de un largo trasiego por Canadá y Francia, se creó el primero en Barcelona en 1987. Hoy existen 55 Bancos de Alimentos en España, coaligados en una federación desde 1996, muy bien articulada a la hora de intercambiarse productos excedentes. Se declaran apolíticos y aconfesionales y casi todo su personal es voluntario y no recibe ningún tipo de remuneración económica.

El Banco de Alimentos de Zaragoza distribuye cuatro millones de kilos al año, 15 toneladas diarias de lunes viernes, unos 147 kilos por persona, algo por encima de los 140 kilos para “no morirse de hambre” estipulado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En 2017 eran beneficiarios 27.762 personas al año y en 2019 descendió a 24.205.

Unos 150 voluntarios, la inmensa mayoría jubilados entre los que destacan dos personas de 79 y 78 años, se comprometen a trabajar dos jornadas semanales de 8:30 a 13:30. Hay personas de todo tipo de profesiones: banqueros, taxistas, camioneros, con un núcleo importante de militares.

Algunas de estas personas hacen un trabajo menos visible como es el de "captar empresas que donen alimentos al Banco de Alimentos". Otros llegan a las 6:30 de la mañana a MercaZaragoza y esperan en las naves de los mayoristas de frutas y verduras para recibir las donaciones de miles de kilos. Hay 25 voluntarios que visitan las entidades beneficiarias para comprobar que los alimentos se distribuyen gratuitamente y así evitar la picaresca.

Todos los alimentos distribuidos cumplen a rajatabla con los controles de calidad estipulados. "A veces recibimos yogures u otros productos con apenas cinco días de margen a fecha de caducidad y tenemos que organizarnos para distribuirlos. La leche es el producto estrella del Banco", explica José Ignacio. Todos los beneficiarios están segmentados por edades, religión o dietas especiales.

Una entidad beneficiaria recoge los alimentos.
Una entidad beneficiaria recoge los alimentos.
GERVASIO SÁNCHEZ

Un 24% de los alimentos provienen del Fondo Europeo de Ayuda a los Desfavorecidos y otro 15% del Fondo Español de Garantía Agraria. Unos 3.000 voluntarios ocasionales colaboran a finales de noviembre en una colecta que dura dos días en todas las grandes superficies y que supone una recogida de 500 toneladas de alimentos. "Dedicamos 15 días a clasificar los alimentos donados para entregar los productos de Navidad en las fechas correctas", cuenta el presidente.

La declaración del estado de alarma les obligó a cerrar durante tres días. Los voluntarios con patologías previas tuvieron que confinarse en sus casas por precaución sanitaria y buscaron a nuevos voluntarios más jóvenes. Los turnos de trabajo se redujeron para mantener las medidas de seguridad.

Daniel Campos (37 años), cámara de Aragón TV, trabaja cuatro mañanas a la semana desde el 6 de abril. "Había menos trabajo en la tele, vivo solo con mi gato y necesitaba ayudar a personas que lo están pasando realmente muy mal", explica mientras espera la llegada de la asociación beneficiaria citada previamente.

Haydée (31 años), maestra de educación infantil, se siente una privilegiada porque la pandemia no le hizo perder su empleo y ha realizado su trabajo escolar on-line. "Participé en la campaña de recogida de alimentos de noviembre, me llamaron para convertirme en voluntaria y no me lo pensé dos veces", cuenta.

Javier Chivite (51 años), diseñador de interiores desempleado, trabaja desde hace tres semanas. "Tenía ganas de ayudar y, aunque mi situación no es buena, aquí te das cuenta de que hay gente mucho peor. Nunca pensé que se pudiesen distribuir tantos alimentos gratuitos", explica este padre con tres hijos entre los 20 y los 16 años.

Rosa Moreno (59 años), ama de casa que trabaja en el Banco de Alimentos desde 2011, es la encargada de controlar que el pedido salga correctamente. En sus listas los beneficiarios aparecen distribuidos en tres bloques de edad: adultos, niños y bebés. "Me ha llenado la vida y he aprendido a valorar lo que tengo. Renuncié a una carrera profesional por criar a mis hijos y un día se quedó el nido vacío", recuerda. Su marido ya trabajaba en el Banco y empezó a acudir a cenas con otros voluntarios. Al final "me gustó la idea de colaborar y me enganchó".

Antonio Calero (62 años), marido de Rosa y militar en la reserva, lleva once años como voluntario y es uno de los jefes de día, el responsable de la recepción y de la salida de todos los alimentos. "Creo que el impacto económico de la pandemia va a ser peor que el de la crisis de hace una década porque hay mucha economía sumergida", explica y no tiene dudas de que "pedir para comer es doloroso y humillante".

"Nos han llovido donaciones de alimentos y también en metálico. Una empresa ha donado 200.000 euros", dice el presidente del Banco de Alimentos. Admite que "solemos vivir muy al día con saldos para un mes o dos meses". “"Pero en las últimas semanas hemos comprado pavo, pollo, conejo, cerdo congelado y 27 corderos para mejorar los segundos platos de nuestros beneficiarios", concluye.

Nave central del Banco de Alimentos en Zaragoza.
Nave central del Banco de Alimentos en Zaragoza.
GERVASIO SÁNCHEZ
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