Acciones solidarias que llaman al timbre: "Nos vimos sin poder salir a la calle y sin nadie que nos trajera alimentos"

Vecinos de Getafe hacen cola ante el almacén de alimentos de Cruz Roja.
Vecinos de Getafe hacen cola ante el almacén de alimentos de Cruz Roja.
Jorge París
Vecinos de Getafe hacen cola ante el almacén de alimentos de Cruz Roja.
Vecinos de la localidad madrileña de Getafe ante la sede de la Cruz Roja.
JORGE PARÍS/BIEITO ÁLVAREZ

El reloj no marca aún las diez de la mañana pero ya son varios los vecinos de la localidad madrileña de Getafe que hacen cola ante la sede de Cruz Roja. Vienen a buscar comida y productos de primera necesidad que no pueden adquirir por falta de recursos. "Abrimos lunes, miércoles y viernes pero ayer jueves también lo hicimos para atender a 40 personas que habían sido citadas", cuenta el coordinador del almacén, Manuel Talaya, a la entrada del local. Sus palabras son un claro reflejo del fuerte incremento en las cifras de pobreza que está dejando la crisis del coronavirus.

Dentro de la nave, llena de cajas de alimentos no perecederos y de artículos de higiene, voluntarios como Talaya trabajan en la organización de los lotes. Muchos se entregan in situ pero también han preparado otros que esperan a ser recogidos por la Unidad de Respuesta Social (URS). Este servicio fue creado al inicio del estado de alarma para quienes no pueden salir de casa y carecen de una red de apoyo. Se trata principalmente de mayores de 65 años, enfermos graves o crónicos, contagiados por Covid-19 o con riesgo elevado de estarlo o personas con problemas de movilidad.

"Los trabajadores sociales nos indican qué llevar a cada familia. Ellos se encargan de hacer seguimientos semanales o quincenales. En esa llamada les preguntan por las necesidades que tienen y en caso de urgirles algún producto fresco podemos pasar a comprarlo", explica Mar Alonso mientras carga cajas y bolsas en un coche de la ONG. Ella y su compañera María del Mar Rincón son hoy las encargadas de esa asistencia a domicilio. "Hay dos turnos de lunes a jueves y otro por la mañana los viernes. Cada uno realiza unas cuatro asistencias que incluso pueden llegar a nueve", agrega.

Las 59 URS existentes en la Comunidad de Madrid, la más afectada por la pandemia, atienden a diario a unos 450 usuarios. Estas forman parte del Plan Cruz Roja Responde que la organización lanzó por la irrupción del coronavirus con actuaciones en salud, emergencias, inclusión social, educación y empleo. El programa nació con un presupuesto de 11 millones de euros y el objetivo de atender a 1,35 millones de personas de todo el país durante dos meses, pero la magnitud de la tragedia les ha llevado a ampliarlo a nueve meses, en los que esperan ayudar a 2,5 millones de ciudadanos y movilizar a más de 48.000 voluntarios.

Solo en la región madrileña Cruz Roja ha incrementado un 162% su atención desde que comenzó el confinamiento. Y de las más de 71.000 personas vulnerables socorridas, unas 15.300 nunca habían recurrido a la ONG, más del doble que en el mismo periodo del año pasado.

Ese es el caso de Luz María Franco, la visita con la que Alonso y Rincón arrancan la jornada. "Yo trabajaba en una casa desde que llegué a España hace casi tres años y mi hijo trabajaba en la construcción. Pero a partir del estado de alarma nos quedamos los dos sin empleo. Nos quedamos sin recursos. Alguien me aconsejó que pidiera ayuda pero yo no sabía a quién. Hasta que un señor me dijo que fuera a Cruz Roja", cuenta esta mujer de mediana edad y origen latinoamericano.

Luz María Franco, usuaria del la Unidad de Respuesta Social.
Luz María Franco, usuaria del la Unidad de Respuesta Social.
Jorge París

"Es la primera vez que me veo en la necesidad de recurrir a esto. Es duro y vergonzoso. Nunca había tenido que pedir y para mí es algo muy incómodo. Si me pudieran ayudar con un trabajo más que con alimentos... Nosotros vinimos a España a trabajar, no a pedir. Necesitamos volver a trabajar", continúa desde el descansillo de su vivienda y ante unos paquetes que recibe por primera vez. "Los protocolos de seguridad nos impiden entrar en los pisos. Subimos, dejamos las cosas en el rellano y ellos sacan el DNI o el pasaporte para que hagamos una foto", aclaran las voluntarias, equipadas con guantes y mascarilla.

"La gratitud que vemos en la cara de las personas a las que ayudamos, cuando llegamos a sus domicilios y estamos un rato hablando con ellas, te quita todos los miedos que puedas tener al coronavirus. Además vamos cubiertos con mascarillas, llevamos otras de repuesto, geles... Cumplimos un protocolo de seguridad", precisa Mar Alonso, quien de camino a la siguiente entrega, detiene el vehículo ante una farmacia. "También compramos fármacos. Suelen ser para mayores hipertensos, diabéticos... Nos dan su tarjeta sanitaria, les recogemos la medicación y se la llevamos", aclara al entrar en el establecimiento.

La Unidad de Respuesta Social de Cruz Roja entrega a domicilio un kit con productos básicos.
La Unidad de Respuesta Social de Cruz Roja entrega a domicilio un kit con productos básicos.
Jorge París

Ya en la segunda vivienda del recorrido, las cajas que portan incluyen un kit para bebés, un bebé de un año que aparece en la entrada, junto a su progenitora, montado en un tacatá. La joven, madre soltera, se quedó en paro antes del estado de alarma y el confinamiento ha agravado su situación. "Me he visto sola con mi hijo, sin poder salir a la calle, él porque tuvo una neumonía y yo porque sufro bronquitis asmática crónica, y sin nadie que nos trajera alimentos", lamenta esta madrileña que pide no ser identificada. "Es la primera vez que me veo en circunstancias tan extremas. He trabajado desde que tenía 14 años. Ahora aprovecho para hacer cursos. No quiero tener que depender de las ayudas", concluye antes de cerrar la puerta.

La ruta finaliza no muy lejos de allí con un hombre de 80 años a quien las múltiples patologías que padece le impiden igualmente salir de casa. "Solo he bajado una vez a la calle porque tenía que ir al banco. Antes la compra me la traía mi hija pero ahora está trabajando fuera y ya no puede", afirma.

Tras esta entrega, la unidad regresa a la sede a la espera de ver si antes de que finalice el turno surge algún hogar más que al que acudir. Preguntada por la historia de las últimas semanas que más le ha impresionado, Mar Alonso responde antes de despedirse: "La de una mujer mayor que vivía sola. Estuvimos media hora hablando con ella por la ventana. La sensación de soledad y la necesidad que tenía de que alguien la escuchara me marcaron. Hay mucha gente con diferentes necesidades y en lo que podamos ayudar, seguiremos adelante con ello".

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