Apegos nacidos de la solidaridad en la pandemia: “Las administraciones pueden dar ayudas, pero no amistad”

  • Responsables de iniciativas altruistas buscan ir más allá de la caridad y establecer vínculos.
  • Aumentan los atendidos por las redes de apoyo mutuo y empeora su situación.
  • Voluntarios denuncian que los servicios sociales les derivan gente.
Familias que se conocieron mediante la iglesia de Santa Anna se ayudan con alimentos.
Familias que se conocieron mediante la iglesia de Santa Anna se ayudan con alimentos.
HUGO FERNÁNDEZ
Familias que se conocieron mediante la iglesia de Santa Anna se ayudan con alimentos.

Si algo positivo ha dejado la pandemia de coronavirus es el fortalecimiento de las relaciones humanas y el nacimiento de un sinfín de iniciativas solidarias para hacer esta crisis más llevadera. En algunos casos no se ha tratado solo de caridad, sino de colaboración mutua, de intercambio, de meterse en la piel del otro, de preocuparse por sus problemas, y así la ayuda ha ido más allá de un donativo para convertirse en amistad. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, en el seno de las redes vecinales de apoyo que se han creado en los distintos barrios de Barcelona o entre familias que se conocieron a través de la parroquia de Santa Anna del barrio Gótico y ahora se acompañan las unas a las otras.

“La administración puede dar ayudas, pero no amistad”, afirma Anna Garriga, que participa en esta iniciativa nacida en la iglesia, y añade que “se podría hacer una lista infinita” de aspectos que deberían cubrir las políticas públicas y no cubren, pero que “lo que se requiere es un cambio de mentalidad para pasar de un mundo individualista a otro en el que la comunidad sea más importante”.

“La caja de comida que llevamos una vez a la semana unas 40 familias a otras 60 gracias a donaciones de particulares y empresas es una excusa para buscar una relación con ellas”, cuenta, pues dice que además les llaman por teléfono, les asisten para que puedan resolver sus problemas y en algunos casos también reciben la ayuda de las personas a las que echan una mano. Una de ellas es Manuel Antonio Cáceres, que se ha visto afectado por un expediente de regulación temporal de empleo en una empresa de alquiler de patinetes eléctricos y ahora colabora con su coche en el reparto de alimentos. “Es una forma de agradecimiento. Sin su apoyo no sé qué hubiéramos hecho mi familia y yo”, dice este hondureño de 43 años, que cuenta que además le están ayudando a buscar trabajo a su hija de 20 años, también con un ERTE porque la cafetería donde estaba empleada tuvo que cerrar por la pandemia. Su mujer, explica, “trabaja solo tres horas al día limpiando casas” y su otro hijo tiene solo 17 años.

Familias llevan cajas de alimentos a otras.
Familias llevan cajas de alimentos a otras.
HUGO FERNÁNDEZ

Por su parte, Garriga también apunta que “el otro día un chico afectado por un ERTE que cobró la prestación les dijo que “no quería más comida y donó 20 euros”. Muchas de las personas que llevan la batuta de esta iniciativa solidaria, cuenta, se conocían porque forman parte de la asociación Familias por la Acogida. “Una vez al mes invitábamos a comer en Santa Anna a los sintecho que pasan el día allí y a familias en situación de vulnerabilidad”, señala. Así, a través de la parroquia, se dieron cuenta cuando llegó la pandemia de que ya no era suficiente esa comida mensual, y como en la iglesia ya se reparten alimentos a diario, ellos decidieron llevarlos semanalmente a domicilio, porque consideraron “que lo que faltaba era una relación”.

En el grupo hay abogados, sanitarios, dentistas, profesores, gerentes, amas de casa, enfermeras, economistas y psicólogos, que ayudan a las familias con todo tipo de asuntos. “A veces les damos ropa y ordenadores para sus hijos, otras les ayudamos para que no les echen de habitaciones realquiladas, otras les acompañamos al médico…”, explica. “No solo les entregamos alimentos sino que intentamos que no se sientan solas”, apunta Garriga, que cuenta que siguen el consejo del Papa Francisco, que durante las Pascua llamó a ir más allá de la propia familia y preocuparse por las más vulnerables.

Las personas a las que asisten a través de esta iniciativa, denominada Familias Acompañando a Familias, tienen perfiles muy diversos, explica. Entre ellas hay afectados por ERTE, inmigrantes sin papeles, gente que vivía al día antes de la pandemia o transexuales que se dedican a la prostitución.

Su vulnerabilidad, apunta Garriga, ha aumentado a medida que se ha ido alargando el confinamiento, “porque llevan más tiempo sin cobrar” y en muchos casos ya no se pueden hacer cargo del pago del alquiler del piso o las habitaciones donde viven, lo que genera situaciones de “tensión”. “En el inicio de la pandemia llevábamos comida a unas 10 familias, y ahora a una sesentena", añade.

Una voluntaria reparte café en la iglesia de Santa Anna.
Una voluntaria reparte café en la iglesia de Santa Anna.
HUGO FERNÁNDEZ

También David, miembro de la red vecinal de ayuda mutua de Vallcarca, afirma que la situación de las personas a las que atienden empeora. Al comienzo de la crisis sanitaria, cuenta, entregaban alimentos a unas 50 y actualmente a unas 200, en parte, dice, porque ahora la iniciativa se conoce más, pero también “porque hay más necesidad”. “La mayoría son personas que vivían de la economía sumergida y de un día para el otro se han encontrado con la obligación de buscarse la vida”, señala, y añade que muchas “no tienen papeles” y por lo tanto, tampoco derecho a prestaciones.

Esta red de ayuda mutua, explica David, la forman unos 200 miembros, que sobre todo ayudan al cuidado de los más vulnerables –por ejemplo, van a hacer la compra a gente mayor- y consiguen y distribuyen donaciones de comida y de material informático para que niños y adolescentes puedan formarse telemáticamente.

“No es caridad, ni un intercambio, ni un banco del tiempo. Es un yo te ayudo porque sé que me ayudarás cuando lo necesite”, apunta, y afirma que se crean vínculos entre las personas porque casi todas las que reciben algo lo agradecen con su colaboración en la iniciativa. Por ejemplo, muchas de las que obtienen comida gracias a la red de alimentos de esta red de ayuda mutua, dirigida por unos 20 vecinos que se encargan de que no les falte algo que llevarse a la boca a otros 200, contribuyen con su trabajo en la recogida y en el reparto semanal. Este se lleva a cabo en el centro social ocupado conocido como La Fusteria y lo que se distribuye sale de donaciones, huertos urbanos y cultivos.

Voluntarios de la red de apoyo mutuo de Vallcarca repartiendo alimentos.
Voluntarios de la red de apoyo mutuo de Vallcarca repartiendo alimentos.
HUGO FERNÁNDEZ

Una de las personas que reciben alimentos y lo agradece con su ayuda, todos los miércoles de las 18 a las 20 horas, es Gabriela, que cuenta que no tiene papeles, que su “esposo perdió su trabajo en negro como cocinero” y que ya no pueden pagar la habitación de alquiler donde viven. “Con lo que nos dan pasamos perfectamente la semana. Lo que hacen es muy noble. Escasea la gente solidaria y es muy necesaria. Por eso colaboro”, dice.

Por su parte, David explica que ser miembro de la red de ayuda mutua de Vallcarca le “aporta” darse cuenta de que no está “solo” y de que “ante un problema, es más fácil juntos”.

Él, a diferencia de las familias que se conocieron a través de la parroquia de Santa Anna y colaboran con otras, es más exigente con las administraciones. "Las ayudas que dan a raíz del confinamiento están pensadas para un tipo de personas, pero no para las más vulnerables", critica. Además, denuncia que eso hace que los servicios sociales del Ayuntamiento no lleguen a todo y les deriven gente, a pesar de que los funcionarios municipales "tienen un sueldo", a diferencia de ellos, que colaboran de forma voluntaria. "No queremos ser un apéndice de las administraciones, sino podernos dedicar a trabajar para fortalecer los vínculos en el barrio", afirma.

A finales de abril, una veintena de redes de apoyo mutuo del área metropolitana de Barcelona hicieron una denuncia en la misma línea. A través de un comunicado, aseguraron que los "servicios sociales, en vez de dar soluciones, generan listas de espera" y les derivan a "familias a las que difícilmente" pueden "atender" con su capacidad, lo que ha hecho aumentar de forma exponencial el número de personas a las que ayudan, unas 5.500. "No llegamos a dar respuesta a la alta demanda que hay", advirtieron, y exigieron "medidas sociales urgentes".

En paralelo, alertaron del “acoso policial” al que tienen que hacer frente cuando llevan a cabo tareas de recepción y reparto de alimentos, que en algunos casos desemboca en multas.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento