Y tras la contención... los resultados, la victoria, la locura y el escepticismo

  • Los ciudadanos de Nueva York, Chicago y San Francisco toman las calles para celebrar la elección del primer presidente negro.
  • Esperan que acabe con la guerra y, sobre todo, de marcha atrás en el recorte de derechos civiles de los últimos años.
  • Los escépticos participan de las fiestas, pero temen que pese a contar con el Senado y el Congreso Obama incumpla sus promesas.
  • ENCUESTA: ¿Cambiará el mundo Barak Obama?

Adiós a los nervios y a la alegría contenida durante semanas, adiós a la descofianza en el sistema electoral y a una campaña eterna. Los estadounidenses han elegido hoy a Barak Obama para dirigir el país durante los próximos cuatro años, y para celebrarlo han tomado las calles e iniciado una fiesta que promete durar toda la noche. Especialmente en un feudo demócrata y tradicionalmente progresista como California.

La mayoría esperaba esta victoria, pero pocos querían darlo por hecho"

Decenas de miles de personas han tomado Chicago, donde Obama ha dado el discurso de la victoria. En Times Square, en Nueva York, no cabe un alfiler. Y San Francisco entera parece haberse echado a la calle, las tiendas están abiertas a horas en las que normalmente ya han echado el cerrojo y el tráfico es inusualmente complicado para una ciudad que se va a dormir pronto, muy pronto. Pero esta noche reinan las bocinas de los coches y los gritos de alegría de jóvenes, activistas, familias enteras que gritan el nombre de Obama incluso horas antes de que McCain diese el paso adelante para admitir su derrota.

Es la explosión tras la contención, "la mayoría esperaba esta victoria, pero pocos querían darlo por hecho como se hacía en otros países", cuenta Marlene mientras sonríe sin parar de vigilar a sus dos retoños, que no paran de dar saltitos en medio de la multitud que ha acudido a una de las reuniones de celebración.

Una de las fiestas que celebran la victoria de Obama en San FranciscoQuizás por eso, porque confiaban más que los propios estadounidenses en que nada raro sucedería, un grupo de unos 50 europeos que se reúnen en un restaurante vietnamita de la ciudad californiana reina la tranquilidad. Han venido para el congreso anual de una compañia tecnológica, que ha organizado una pequeña electoral.

"¿No estás nervioso, te veo poco interesado por los resultados?", le pregunta una mujer de unos 50 años a otro de los asistentes. "Para nada, sabía lo que iba a pasar hace semanas, responde su interlocutor, un irlandés de la misma edad. Su pasotismo está en el extremo emocional opuesto al que de quienes nos reciben al salir a la calle.

Saltan, gritan y agitan banderines del partido demócrata. Los taxis, en su mayoría conducidos por negros e inmigrantes de todas las procedencias, responden pitando. Las proyecciones de la CNN sitúan a Obama a un paso de la victoria.

Me dirijo hacia el Yerba Buena Art Center, en el que se dan cita jóvenes artistas de la ciudad para seguir los resultados, pero cuando termina el paseo entre una especie de prefiesta callejera no hay forma de acceder al edificio. Hay una cola de unas 200 personas. Dentro acaba de declararse la locura colectiva. Pegando la nariz a la pared de cristal uno confirma que todo ha terminado, que el comienzo de la locura da inicio a algo más importante. McCain está reconociendo su derrota, Obama ha ganado.

Esperanza y escepticismo

Una vez dentro, los asistentes no son capaces de definir muy bien sus sentimientos más allá de los lemas electorales, que han calado hasta lo más profundo. "¿Cómo definiría lo que se siente en estos momentos?" Hope, hope, hope. La primera palabra de todos los ciudadanos a los que aborda este periodista es la misma: esperanza. Después llegan los matices.

Martin es la felicidad convertida en joven rubio y espigado, de cerca de dos metros, que agita su melena mientras explica que confía plenamente en el nuevo presidente, que estaba harto de Bush y sabe que el cambio es un hecho. Lisa, que ha venido con su marido y sus hijas, espera que Obama logre unir de nuevo al país y nunca más lleve a cabo una política unilateralista como su antecesor.

Dan es caso aparte. Es estudiante de arte y, a diferencia de la mayoría de asistentes, no tiene la esperanza en la boca ni en la mirada. La palabra que dice define su estado de ánimo es "escepticismo". "Quería que ganara, pero no confío en que Obama lleva a cabo la tarea más importante, revertir los recortes a los derechos civiles llevados a cabo por Bush". El nuevo presidente contará probablemente con el apoyo de Senado y Congreso, explica, pero "lo único que tengo por seguro es que quería ganar las elecciones, más allá de eso todo sigue siendo incierto".

No es el único que no confía en el cambio. Una mujer de rasgos asiáticos recorre la larga cola de la entrada convocando para una manifestación mañana a mediodía. Los pasquines que reparte delantan ideas que pasan por la izquierda al programa del nuevo líder mundial: piden el fin de la tortura, de las detenciones e investigaciones sin límite, aborto libre, fin inmediato de las campañas militares en Afganistán e Irak, la negación de las teorías creacionistas... Está claro que la victoria de Obama no puede contentar a todos ni siquiera en una ciudad como San Francisco.

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