La desescalada ausente en las prisiones: "Nos han encerrado y han tirado la llave"

Furgones de la Guardia Civil aparcados en la Prisión de Soto del Real
Furgones de la Guardia Civil aparcados en la Prisión de Soto del Real
RRF
Furgones de la Guardia Civil aparcados en la Prisión de Soto del Real

A las 8:45 de la mañana abre la celda, baja a recoger su desayuno y regresa de nuevo al espacio de tres metros cuadrados donde pasará la mayor parte de la jornada, salvo para llamar por teléfono o comprar algo en el economato.

Ésta es la rutina diaria de Juan Antonio Rodríguez, recluso de la prisión de Soto del Real, desde que el primer interno dio positivo por Covid-19 y todo el módulo 12 fue sometido un confinamiento dentro del confinamiento.

"Tenemos ansiedad, estrés, falta de apetito, unos dolores musculares horrorosos al estar metidos en un espacio tan pequeño, recuerdo que esto no es una vivienda, es un zulo, una jaula de hormigón", declara Rodríguez, en una de sus llamadas telefónicas con su esposa, a la que no ve en persona desde febrero.

En marzo, con el inicio de la pandemia del coronavirus en España, Instituciones Penitenciarias tomó una serie de medidas preventivas para evitar la propagación del virus por las cárceles, entre ellas, la suspensión de todas las visitas de familiares.

“No sabemos cuando volverán ya que se llevan a uno o a dos cada día y vuelve a empezar la cuarentena”, confiesa Rodríguez a su mujer, que, junto a otros familiares de presos, ha conformado la plataforma Prisiones Dignas para reclamar al Gobierno excarcelaciones y tests como medidas alternativas para frenar el coronavirus en prisiones.

Evitar a toda costa la propagación

La mitad del país salió del confinamiento el pasado lunes, cuando comenzó la primera fase de la desescalada hacia lo que el Gobierno ha llamado “nueva normalidad”. Sin embargo, no hay un calendario aún para levantar las restricciones dentro de las prisiones.

Fuentes de Instituciones Penitenciarias aseguran a 20minutos que “se están reabriendo progresivamente los talleres y el resto de medidas se irán tomando en función de cómo se abra la mano para el resto de la ciudadanía”.

La prioridad, por el momento, es mantener el número de infectados en los niveles actuales -existen 50 casos identificados y 2 reclusos han fallecido hasta la fecha- y evitar a toda costa la propagación incontrolada del virus entre una población donde las personas con patologías previas suponen un porcentaje mucho más alto que entre el resto de la ciudadanía.

Rodríguez, enfermo de diabetes, había denunciado públicamente en varias ocasiones tanto su situación de confinamiento dentro del confinamiento como que no se le estaba dando suficiente atención médica y asegura que el director de la prisión “en lugar de apaciguar, me insultó y me amenazó con cambiar de módulo por las publicaciones emitidas en los medios”.

Siempre según su relato, solicitó poder salir más a menudo de su celda para poder caminar y contrarrestar los altos niveles de azúcar en sangre. La solicitud fue denegada y la semana pasada tuvo que ser trasladado al hospital por una hiperglucemia. A su regreso, siguiendo el protocolo para evitar contagios, fue puesto en cuarentena y, ahora, debe permanecer 23 horas al día confinado en una celda.

“Hay tres derechos que hay que vigilar, el derecho a las comunicaciones, el derecho de defensa y el derecho a la atención sanitaria. Antes de la pandemia la situación de los servicios de atención sanitaria eran críticos y siguen siendo críticos”, declara Francisco Miguel Fernández, coordinador del área de cárceles de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).

Riesgo de motines y abandono

Las medidas preventivas que se han implementado en las prisiones españolas no son muy distintas de las que se han tomado en otros países europeos desde la llegada del coronavirus al continente.

En Italia, las restricciones en el régimen de visitas llevó, durante los primeros días del estado de emergencia en el país, a una serie de motines que se saldaron con la muerte de seis presos y la fuga de centenares de una prisión del sur del país.

“Cuando empezó esto, los profesionales de prisiones estábamos asustados por los problemas graves que había habido en Italia. Las comunicaciones para los internos son algo como muy intocable y cortarlas eran hechos gordos”, declara Teresa Castillo, psicóloga de la prisión de Soto del Real.

“Sin embargo no ha habido ningún problema. Si a mi al principio me dicen que esto se iba a alargar tanto, habría pensando: ‘Revientan las prisiones y nosotros con ellas’, sin embargo ahora te digo que, aunque se alargara, no creo que hubiera problemas, se respira tranquilidad y paz”, asegura Castillo.

Las restricciones de movilidad y comunicación no han derivado hasta ahora en motines o incidentes violentos dentro de las prisiones, pero la frustración aumenta entre los presos que se encuentran bajo las medidas más severas, que se sienten abandonados por Instituciones Penitenciarias.

“El tiempo que se intentaba aprovechar al máximo positivamente, ahora es perdido y, asimismo, la sensación de afección al tener comunicaciones se está borrando de nuestras vidas de manera irremediable”, declara Rodríguez. “No nos han comunicado nada, es una sensación total de abandono. No existimos, solo existe el descrédito de una persona presa, por los perjuicios que ello conlleva, y, en definitiva, nos han encerrado y han tirado la llave”.

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