Este fin de semana han pasado miles de personas cerca de su puerta neogótica, frente al Cementerio General, pero pocas miradas habrán recaído sobre él. El cementerio británico protestante, una auténtica joya histórica de la ciudad, agoniza por el deterioro y los continuos asaltos que sufre sin que prácticamente nadie se preocupe por él.
Nicholas se lamenta de los continuos robos y profanaciones en busca de joyas. «Han abierto tumbas, pero al irse de vacío también han arrancado cadenas decorativas y cruces», explica.
La salvación del recinto cuesta 50.000 euros, que es el volumen de dinero que precisa una rehabilitación. Destinado a dar sepultura a los británicos que llegaron a Valencia con la industrialización, el ferrocarril y el desarrollo del puerto en la centuria del 1800, sus 350 moradores sólo perviven en la prodigiosa memoria de este jubilado.
Allí reposan personajes tan variados como brigadistas internacionales de la Guerra Civil, judíos turcos que esquivaron el holocausto nazi, ingenieros, comerciantes, militares, antiguos cónsules o incluso el fundador del Club de Tenis Valencia. Ya sólo se abre para entierros, que son poco frecuentes en su suelo.
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