Murieron por la saturación del sistema sanitario; sus familiares piden una mejor organización si la Covid-19 contraataca

Cementerio de La Almudena
Cementerio de La Almudena.
Jorge París
Cementerio de La Almudena

"No había ambulancias. Yo veía que mi madre se moría y solo podía decir con impotencia 'mami, mami' y llorar". Ana Isabel Calzado perdió a su madre, Antonia, en un ataque de asma porque no había recursos médicos un día después de que se decretase el estado de alarma por la Covid-19, que ha causado ya más de 25.000 muertes en España y que también ha propiciado la de otros enfermos perjudicados por la saturación del sistema de salud.

Eso es algo que Ana no quiere que se vuelva a repetir en caso de que el ataque del nuevo virus se recrudezca de nuevo en un futuro; está convencida de que su madre, una mujer activa de 75 años, seguiría viva si la ambulancia hubiese llegado a tiempo: "En otros ataques íbamos al médico y se solucionaba".

"Era como cuando sacas a un pez del agua y ves que da bocanadas porque se está ahogando. Llamamos a la ambulancia a las 9:30 de la mañana y llegó a las 13:45, pero mi madre ya llevaba una hora y media muerta. Por teléfono me dijeron que tenían el aviso pero que no había suficientes medios ni ambulancias", explica.

"No culpo a la doctora que vino y me dijo que lo sentía mucho pero no podía hacer nada", reflexiona Ana, que cree que la clave del error fue no filtrar correctamente los avisos que llegaban a los centros sanitarios. El motivo de la tardanza mortal del vehículo de emergencias fue, según le contaron, la saturación del sistema sanitario, en gran medida por "llamadas indiscriminadas" de personas con tos y décimas de fiebre.

Antonia, la madre de Ana, que murió justo tras decretarse el estado de alarma.
Antonia, la madre de Ana Isabel, que murió justo tras decretarse el estado de alarma.
CEDIDA

"Sin coronavirus no te atienden"

El padre de Ana Cogolludo, Mariano, falleció a los 72 años tras varios días sin poder alimentarse. Padecía síndrome mielodisplasico, "todavía no había desarrollado leucemia, pero casi", cuenta su hija.

Ambos vieron la llegada de la pandemia desde el hospital 12 de Octubre en enero, ingresado por una neumonía en la zona de Maternidad porque ya no había camas pese a que la crisis aún era algo que la mayoría de la población ni imaginaba. 

La situación no tardó en empeorar. "A principios de febrero todo era caos. Empezó lo del coronavirus y todo se descontroló. A mi padre no le llegaba la comida, las enfermeras estaban desbordadas...", describe Ana.  

"Nos dijeron que no podíamos llevar a mi padre a ningún sitio porque era de alto riesgo, pero en casa no podemos cambiar la sonda"

El padre de Ana se alimentaba a través de una sonda estomacal, pero debido al delicado estado del paciente el dispositivo se estropeaba a los dos o tres días. "Nos dijeron que no podíamos llevar a mi padre a ningún sitio porque era de alto riesgo, pero en casa no podemos cambiar la sonda", cuenta Ana. Enviaron a una enfermera al domicilio para hacer la cura, pero tardó nueve horas en personarse, para comunicarles que el protocolo no permitía realizar el proceso fuera del hospital.

"Llamé al 061 porque mi padre llevaba ya cuatro días sin comer, y me dijeron que no había recursos para personas que no tuviesen coronavirus", explica. Por suerte, la médico de cabecera activó los cuidados paliativos y se cambió la sonda, pero dejó de funcionar de nuevo a los tres días. Tras llamar, la respuesta fue la misma; "no hay recursos".

El ingreso en la Fundación San José llegó el día 26 de marzo. "Las enfermeras de allí tocaban a todos con los mismos guantes y los trajes que llevaban eran de bolsas de basura", recuerda Ana con preocupación. La doctora le aseguró que su padre estaba grave pero no fallecería por el momento y le pidió que se fuese a casa. "Me fui y dejé a mi padre allí totalmente consciente".

"Me dijeron que mi padre se había caído, que lo encontraron en el suelo muy nervioso. Por la noche falleció"

Se fue un sábado y pasó todo el domingo sin noticias. "Llamé a la trabajadora social para que se comunicase con la del hospital y me informase del estado de mi padre. Me llamaron el lunes a las 15 h. y me dijeron que estaba muy malito y que había entrado en fase final", cuenta. Confusa por saber qué había pasado para empeorar de forma tan radical, respondieron "que mi padre se había caído, que lo encontraron en el suelo muy nervioso y le dieron calmantes. La mañana del martes a las 8:30 falleció", dice Ana.

Padre de Ana Cogolludo
El padre de Ana, Mariano Cogolludo
CEDIDA

Ni Ana Isabel Calzado ni Ana Cogolludo critican a los sanitarios, lo que les preocupa y por lo que quieren que sus casos se conozcan es para que, si la Covid-19 contraataca, haya una mejor organización de recursos.

Con el dolor por la pérdida de un ser querido, al que se suma el desconsuelo de pensar que esas muertes se podrían haber evitado, al menos tan pronto y de esa manera tan traumática, su petición compartida es que algo así no puede volver a repetirse.

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