Un oscuro pasado del que redimirse y un presente lleno de misterios es lo que se lleva a cuestas el protagonista de Terriblemente feliz, presentada a concurso en la Sección Oficial y con la estética del cine negro.
Dirigida por Henry Ruben, el largometraje nos traslada a un pequeño pueblo de Dinamarca donde "nunca pasa nada". Al menos eso es lo que cree el joven Robert, que tomará posesión de su nuevo cargo como comisario de policía en la localidad para huir de un negro pasado en Copenhague.
Una mujer supuestamente maltratada, un marido que se pelea con todo el mundo y niños que están acostumbrados a que los castigos estén basados en golpes porque "es la única manera de que aprendan" son parte de este nuevo destino en el que se esconden muchos secretos que acabarán por pasar factura a todos.
"Las cosas aquí se resuelven entre nosotros y a nuestra manera", recalcan los vecinos de este pequeño pueblo en el que todo lo que se quiere ocultar se tira a la ciénaga para hacerlo desaparecer.
Asesinatos, desapariciones, historias de celos y sexo son los ingredientes que provocarán que el protagonista se vea metido en un gran lío por intentar resolver la vida de sus vecinos.
Un largometraje ambientado en el cine negro que sorprendió a los espectadores del festival y recordó también al western. Una propuesta muy diferente que deja al espectador clavado en la butaca.
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