Shirota (Japón, 1975) elige fotografías con imágenes casuales y fragmentos incompletos, y, sobre ellas, con pincel y pintura, crea nuevas realidades en los límites de un lienzo. Es esquivo de lo explícito, amante de la memoria desechada, acumula imágenes como segundos pasados. «Son las que dirigen nuestras vidas», dice, las que configuran el collage abstracto al que llamamos experiencia y que se abandona en la memoria (y en su obra) como una ficción descolorida. Su proceso no acaba aquí, empareja fotografías nuevas y viejas y reelabora trabajos anteriores. Es el reflejo de una sociedad empachada de imagen e información, donde el tiempo hace de la memoria un territorio incompleto.
Madrid / Galería Arnés y Röpke / Del 6 de noviembre al 13 de diciembre
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