«Nuestros productos, nuestras alubias, nuestros baserritarras». Nos encanta decirlo; siempre nos arrogamos la propiedad de los elementos. Pero este lunes la lluvia recordó en Gernika que sólo gracias a ella las alubias germinan y las calabazas crecen. Fue el Último Lunes de Gernika, muy mojado con agua, sí, pero también regado con unos 100.000 visitantes que desafiaron al incesante sirimiri.

"Me parece muy bien que pongan filtros para que no haya trapicheo", decía un baserritarra tras uno de los 252 puestos de la feria. Efectivamente, la organización de este año puso controles de calidad más exigentes, y así, hubo 30 stands menos que el año pasado. Se trató de evitar que se vendiera una alubia común como si fuera una selecta legumbre de Gernika.

O sea, pagando por ella a precio de oro. Ayer, el kilo de alubias se vendía a 14 € y el de vainas, a 5. Y la subasta del queso Idiazabal se adjudicó a 4.000 €. Lo compró el restaurante Taskak de Mungia.

Muy lejos de estos precios se paseaba el gran público. Por las cinco calles donde se esparce la feria pululaban txakoli en mano guerniqueses, estudiantes, jubilados y trabajadores a turnos de libranza. También es Gernika Meca de alumnos de euskaltegi liberados.

Que la lluvia no cae para chafar ferias, sino para dar vida a quien vive abajo.

"Comen una barbaridad"

Acostumbrados estamos a que el baserritarra proteste por sus escasas ventas en las ferias, más hechas para mirar que para comprar. Pero ayer se frotaban las manos. "La gente está comiendo una barbaridad", confesaba la mujer que vendía rosquillas en Gernika.

El Ayuntamiento también hizo un balance "positivo". Explicó que pese a la lluvia, el tránsito de público por los expositores fue muy fluido, y que de este modo, se realizaron un "buen volumen de ventas".

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