Del miedo a la emoción: abuelos que le ganaron la batalla al coronavirus

Margarita Herrán, de 98 años, en su habitación de la residencia La Florida, de Sanitas, tras superar el coronavirus.
Margarita Herrán, de 98 años, en su habitación de la residencia La Florida, de Sanitas, tras superar el coronavirus.
Jorge París
Margarita Herrán, de 98 años, en su habitación de la residencia La Florida, de Sanitas, tras superar el coronavirus.

A Margarita Herrán la actividad de la residencia que más le gusta es la actuación musical que les llevan una vez al mes, pero sabe que va a tener que esperar para poder volver a disfrutar de ella. La pandemia ha obligado a suspender esas funciones como también impide algo mucho más importante: que sus hijos y sus nietos puedan ir a visitarla. No los ve desde el 8 de marzo y los ha tenido algo preocupados porque hace unas semanas dio positivo en coronavirus. A sus 98 años era una persona de alto riesgo pero, de forma sorprende, ha resultado totalmente asintomática.

"Me tomaban la temperatura todos los días y no tenía fiebre. 'Margarita, estás mejor que yo', me decía la enfermera. He pasado la enfermedad sin darme cuenta". Esta madrileña relata su vivencia con una energía envidiable a través de una vídeollamada desde su habitación, esa a la que ha regresado después de permanecer aislada durante unos veinte días y tras dar negativo en una segunda prueba. Su única medicación ha seguido siendo el paracetamol que toma por los dolores que tiene en la pierna desde que la operaron de la cadera en febrero.

La residencia La Florida, del Grupo Sanitas, dispone de una zona con estancias individuales a la que está derivando a los residentes que contraen el virus. "Tenemos algunos casos pero la situación está controlada. Lo tenemos todo organizado", afirma Natalia Granados, directora de un centro con 130 plazas ubicado en el barrio de Aravaca.

Margarita ha sido la primera de esos mayores en recuperarse y ha desatado la alegría de todo el personal en momentos tan complicados. "Me hicieron un recibimiento… Se pusieron en fila a los dos lados del pasillo diciéndome 'bravo' y yo pasé por el medio dando las gracias y llorando. Me dieron esto. Lo tengo guardado para enseñárselo a mis hijos cuando vengan", cuenta mientras enseña un folio con un arcoíris dibujado bajo el que se puede leer: "Todo va a salir bien".

Y sí, todo ha salido bien para ella y afortunadamente el susto inicial ha derivado en la mejor de las noticias. "Cuando nos llamaron para decirnos que se había contagiado se nos puso un nudo en el estómago", reconoce su hijo Ángel García en una conversación telefónica posterior. Pese a la salud de hierro de su madre, que no presenta patologías, resultaba difícil abstraerse de las informaciones sobre una enfermedad que golpea con especial virulencia a las personas de la tercera edad. La Covid-19 se está llevando muchas vidas por delante y el 80% de los fallecidos tiene más de 70 años, según datos del Ministerio de Sanidad.

"La llamábamos todos los días, mi hermana por la mañana y yo por la tarde, y la veíamos normal, con su vitalidad de siempre, así que según pasaba el tiempo nos fuimos tranquilizando", continúa el hombre, a la vez que alaba la labor de una residencia que se ha portado "muy bien" con ellos, algo que Margarita corrobora: "Estoy muy bien. Estoy contenta".

El equipo del centro le ha ido proporcionando fichas cognitivas para que mantenga activa la mente pero ella cuenta además con sus propios pasatiempos. Sobre la mesa que hay en el cuarto descansan sus gafas de cerca y un libro con "más de 120" sopas de letras. "Hago muchas. También veo la televisión. Viene Paloma muchas veces y hablamos... estoy entretenida", apunta. Paloma López es la terapeuta ocupacional que la cuida y que en estos días, más que nunca, se ha convertido en parte de su familia.

Esta profesional y sus compañeros son las únicas personas con las que los residentes tienen contacto directo. Ni siquiera coinciden entre ellos. Como las actuaciones musicales, el resto del programa de actividades se ha cancelado: la gimnasia, los juegos de cartas, el bingo... y el comedor ha sido cerrado. "Ahora desayunamos, comemos y cenamos en la habitación". Las breves salidas se realizan por turnos y se limitan a cortos paseos por los pasillos para que no pierdan la movilidad. "Mis hijos me dicen que ande, que no me vaya a quedar en una silla de ruedas. 'Despacito pero anda'. Y salgo a caminar un poco con mi andador", señala la mujer.

"El abuelo nos va a enterrar a todos"

Florencio Zanón, de 96 años, en la residencia de Valencia en la que ha superado la Covid-19.
Florencio Zanón, de 96 años, en la residencia de Valencia en la que ha superado la Covid-19.
D. Z.

Florencio Zanón tiene dos años menos que Margarita y también se encuentra en una residencia, en su caso, de Valencia. Su salud es más delicada. Sufre arritmias e hipertensión, fue operado del estómago y de la cadera con complicaciones, y tras varios ictus se mueve en silla de ruedas porque un lado del cuerpo se le quedó con menos fuerza.

Pese a todas esas patologías, este funcionario jubilado le ha ganado la batalla al coronavirus, igual que se la ganó al Linfoma de Hodgkin, un cáncer que le diagnosticaron en 2003 y ante el que le dieron dos meses de vida. "Pensaba que se moría y quiso visitar a sus hermanos. Yo le acompañé a Logroño a ver a Dorita y a Burgos a ver a Antonio y a su cuñado Tomás, viudo de Tere”, recuerda su hija Mari Carmen.

Todos pensamos que este podía ser el final de la historia y que no íbamos a poder despedirnos de él

A sus memorias sin embargo les quedaban varios capítulos y ahora acaba de cerrar uno más. “Al principio el susto fue muy grande. Todos pensamos en algún momento que este podía ser el final de la historia y que no íbamos a poder despedirnos de él”, cuenta Daniel, uno de sus nietos, consciente de una realidad que impide dar el último adiós a los seres queridos.

Las sospechas de que Florencio podía tener Covid-19 habían comenzado el 12 de marzo, pero los signos más visibles, fiebre intermitente y tos, empezaron el 16. El test que lo confirmó llegó cuatro días después y la notificación a los familiares, 48 horas más tarde. A partir de ahí, la residencia mantuvo una comunicación constante con ellos. “Nos informaban diariamente a pesar de estar muy ocupados, ya que había varios ancianos contagiados. Les estamos muy agradecidos”, afirma este maestro de Primaria.

Hace dos semanas los síntomas desaparecieron, y a la espera de que en los próximos días vuelvan a hacerle la prueba, la Consellería de Sanidad considera que el hombre está curado. “Una vez superado el virus, la alegría se manifestó en humor, que es la forma más habitual que tenemos de expresarnos en esta familia”, señala Daniel y así queda reflejado en el chat de WhatsApp que mantiene con sus primos. “El virus no sabía dónde se había metido”, “nos va a enterrar a todos” o “creo que es inmortal" fueron algunas de las frases que se intercambiaron entre risas al saber que el abuelo lo ha vuelto a conseguir.

"Dejar a mi madre en el hospital fue muy duro"

Antonia Córdoba, de 80 años, en una imagen anterior a la pandemia del coronavirus.
Antonia Córdoba, de 80 años, en una imagen anterior a la pandemia del coronavirus.
P. Z.

En el mismo proceso se encuentra Antonia Córdoba. Esta mujer de 80 años salió hace tres semanas del hospital al dejar de presentar signos de la infección pero aún no le han hecho la prueba para determinar si ha dejado de ser portadora del virus. "Sigue de cuarentena en casa. Se encuentra bien. Yo estoy animada al verla así pero hasta que no le hagan la prueba andaré con la mosca detrás de la oreja. Nos dijeron que se la harían al mes", asegura su hija Pilar Zapata. 

Ambas viven en Alcázar de San Juan, en Ciudad Real. "Ella es muy activa, muy independiente. Nosotros solo vamos a llevarle la compra y se la dejamos en la puerta. Al principio salió muy débil del hospital pero ya cocina y pasa el tiempo cosiendo, haciendo crucigramas...", añade.

Al principio salió muy débil del hospital pero ya cocina y pasa el tiempo cosiendo, haciendo crucigramas...

Antonia llevaba más de una semana sintiéndose mal pero hasta que no le tocó ir al centro de salud para el análisis de coagulación sanguínea no la mandaron al hospital. Hasta ese momento su médico de cabecera le había indicado que permaneciese en casa y que tomase paracetamol. 

Una vez ingresada, la radiografía mostró una neumonía bilateral y todo hacía indicar que tenía coronavirus, pero tardaron dos días en hacerle la prueba. "Dejarla allí fue muy duro. Nunca se me olvidará el caos que vi. Estaban saturados. Me dijeron que tenía que tener mucha fuerza", narra Pilar, que llegó a temer que no volvería a verla.

Su hipertensión, su diabetes y sus múltiples alergias planteaban un panorama complicado. “No sé si voy a aguantar”, le llegó a decir a su hija. “Yo había podido dejarle su móvil a los médicos para que se lo dieran y la llamábamos todos los días para darle ánimos. Estuvo muy asustada”. Pero lo hizo, Antonia aguantó, y diez días después recibía alta, tras haber necesitado oxígeno pero sin que hubiesen tenido que trasladarla a la UCI.

“Ay, qué achuchón te voy a dar en cuanto pueda”, le repite Pilar, deseosa de poder superar un distanciamiento social al que cuesta acostumbrarse y anhelando que vuelvan esos abrazos que tanta falta hacen. 

Margarita, Florencio y Antonia se suman a Pepita, de 95 años; Antonio, de 98; Tomás, de 77; Santiago, de 76, María del Carmen, de 72... Todos ellos son la imagen de la esperanza en una pandemia que deja datos dramáticos y familias destrozadas cada día. "Yo rezo todas las noches para que esto pase», dice Margarita, que también tiene muy claro qué hará en cuanto pueda tener a los suyos cerca: "Me voy a colgar de su cuello y me va costar soltarme".

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